☰ menú
//



EL ESCRITOR APASIONADO

Escenas dantescas cruzan por su mente. Realidad y ficción se mezclan en rara combinación nunca antes vista. Sus manos tiemblan y una fría y sudorosa sensación estremece su cuerpo. Se escuchan gritos, ¡Canalla, déjame en paz!, ¡Te mataré!. El silencio y la placidez de la noche se alteran de vez en vez, causando maldiciones y sentimientos de pesar por parte de vecinos, y en ocasiones, de reclamos por quienes comparten la casa. ¡Dejen dormir carajo!, le instan desde el vecindario.

Siempre en las mañanas, era la misma historia; vecinos que fisgonean por las ventanas para observar la salida de quien era el motivo de sus desvelos: el señor José. Se compadecían al tiempo de su dulce compañera y de su bella hija. ¡Qué horrible vida llevan!, comentan. Algunos vecinos, incluso, han hecho gestión para denunciarlo y parar de una vez el ultraje de las inocentes víctimas.

José, se mostraba siempre huraño y de mal carácter con sus vecinos. Ante su familia y amistades cercanas, siempre era afable y de buen genio; de cuando en cuando le recordaba a su familia que no gustaba verlos trabar amistad con ninguno de los residentes del lugar. La falta de instrucción e intolerancia de ellos, no les aportaría nada bueno a sus vidas y que no olvidaran además que su paso por allí era transitorio. Era una posición muy contradictoria para la personalidad tan universal de José.

Cierto día, en la tarde, de regreso a casa, unos jovencitos del vecindario, quienes por casualidad se cruzan en su camino, por la acera que conducía a su hogar, le lanzan a José insultos e improperios. Uno de ellos fue más allá y le arrojó una piedra que logra darle en la testa, haciéndolo sangrar de inmediato. Otros chiquillos, al ver a su líder hacerlo, comenzaron a imitarlo. José, sin saber cómo y trastabillando, logra escapar de la nube de piedras de todos los tamaños y protegerse en casa. La suerte no estuvo de su lado, en diagonal a Él, se erigía la construcción de una vivienda y no falta decir lo que sobraba.

Por fortuna, la herida no fue grande ni profunda y no pasó más allá de un pequeño dolor de cabeza, solucionado con un par de Aspirinas. ¡Se los dije, en este vecindario no vive sino la chusma y los intolerantes!, dice a su familia en tono bajo.

En una noche, de la semana siguiente, el cuadro de las anteriores se repite. ¡Maldita te voy a matar!. Dice una voz masculina, en tono alto y grave. ¡Por qué no me dejas en paz!, contesta luego una voz más delgada y al parecer femenina. Esto sucede una y otra vez con renovado y similar repertorio. Los vecinos se alertan y algunos se comunican para poner punto final a tan gravosa situación. ¡Que tan descarado e infame!, ¡son apenas las ocho de la noche, cómo los dejará para la madrugada!, decían entre ellos, algunos de los samaritanos vecinos.

La Policía y autoridades del bienestar familiar, llegan a la vivienda y al tiempo que tocan el portón, hablan en tono alto, ¡Policía, abran la puerta de inmediato!. Una mujer bella y de angelical rostro abre, sin mostrar gran sorpresa por la presencia de la autoridad, y dice: ¿En qué les puedo ayudar?. ¿Qué pasa?. Junto a ella, abrazándole una de sus piernas, escondida y un poco atemorizada, se encuentra una pequeña niña, copia fiel de la mujer, de inmediato deducen, sin preguntar, que es su hija.

- Han reportado el delito de violencia intrafamiliar. Quienes nos pusieron al tanto, enuncian que es frecuente escuchar insultos e improperios y además alguien de esta casa al parecer golpea a alguna mujer o niña.

La mujer los invita a pasar a la sala, allí encuentran a un señor de edad avanzada y a un joven con signo de retardo mental. Es mi padre y mi hermano, les aclara. Nada muestra señal de batalla o de algún tipo de violencia. En los rostros de quienes habitan la casa no se ve agitación ni marca alguna.

La mujer, llamada María, les relata que los disculpen por las molestias que hayan causado; al tiempo que habla con la autoridad, se dirige hacia un grupo de vecinos, que tras ellos ingresaron a la vivienda: - Es mi esposo José, que por cierto es escritor, y se lo he repetido mil y mil veces, que deje la costumbre, en altas horas de la noche, de leer en forma teatral y apasionada, lo que escribe o lee de algunas obras literarias que tiene por bien; ya es la tercera vez en este año que nos pasamos de casa por el mismo motivo.

En tanto José ni se dio por enterado. En el fondo se escucha un grito:

¡Vengan malditos, para darles su merecido!.


rdiaz

Copyright © Todos los derechos reservados.

Publicado el: 08-03-2009
Última modificación: 00-00-0000


editar deja comentario al poema

regresar




POETA VIRTUAL no persigue ningún fin de lucro. Su objetivo es exclusivamente de carácter cultural y educativo, mediante la difusión de la poesía. Los poemas y cuentos presentados en este portal son propiedad de sus autores o titulares de los mismos.


Copyright © 2017-2024 Poeta Virtual Inc. Todos los derechos reservados.
Copyright © 2017-2024 Virtual Poet Inc. Worldwide Copyrights.