Y bajó Dios a la tierra y miró el corazón de los hombres. Y decidió destruir toda la humanidad porque no quedaba nada bueno en ella.
Lo llamó aparte uno de sus ángeles y le dijo: - Supremo, tú los creaste!-.
Y lloró Dios y se condenó a muerte a sí mismo. Durante el funeral, los ángeles vieron como la tierra se destruía sola.
Dios, antes de morir, había cargado una fórmula en el destino de los hombres para que según sus obras fueran sus frutos.
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