Nadie debería hablar de amor,
si es que en su corazón vive el horror.
Nadie debería suplicar clemencia,
si en toda su vida sólo ha practicado la violencia.
Nadie debería mirar hacia el cielo,
cuando es incapaz de dar abrigo y consuelo.
Nadie debería esperar entendimiento o perdón,
cuando se está desprovisto de devoción.
Nadie debería de considerarse humano,
cuando se ofrece el pie y no la mano.
Nadie, nunca nadie.
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