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Aún queda vida.

Tras de tí vida, mi norte es el silencio,
ese tipo de silencio, que huye del ruido,
el exterior, que deja oir a uno mismo,
solo grito de todo lo interior, conocido.

Ese silencio que no viene de una reflexión,
sino algo visceral, vivencial, único,
que me traen amigos, que van conmigo,
en la aventura de viajeros, de arrieros,
como gaviota a la que se le quema el nido.

Ella vuela y vuela sin poder fijarse,
en una rama, alero, es solo un pajarillo.
No puede haber fijaciones en el silencio,
que no es mudez sino ausencia de egoismo.

Es el sentir, de mi corazón y sus latidos,
vibraciones de mi vida, de compartir hoy,
mañana y siempre, todo con quienes vivo,
que aprenden en silencio, a oir al amigo.

Es eco de la tierra, que soy y que somos,
haciendome una extraña en tierra extrajera,
ajena a todo, salvo al silencio, a la luz,
al viento, a la luna, a las estrellas.

Mas no lejana a los seres que me rodean,
pero casi extraña a la palabra sonora,
se reduce mi vocabulario en el silencio,
viendo solo a esa gaviota, sobre la proa.

Para oir el silencio me basta: el bosque,
el río, el mar, el valle, la montaña,
la sávia del árbol, la rosa su fragancia,
en esta existencia que se me torna frágil,
ser extraña a lo que enturbie la mirada.


gaviota frágil

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Publicado el: 07-04-2003
Última modificación: 18-12-2011


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