Hoy me siento triste,
aunque mi paladar no tenga sabor amargo,
y mis ojos brillen.
Simplemente,
el niño en mi interior,
ha dejado caer una lagrima herida
por esos sueños que no logre concretar
envueltos de promesas que olvide.
Me reclaman
la felicidad que el cartero nunca entrego,
y las palabras que oculte tras risa fingida.
Levantan la voz los sollozos
que apague con ramilletes de silencio,
disculpas que no di,
y pisadas sobre las que debería haber regresado.
Hoy,
las arrugas han encadenado la algarabía,
el rictus de mi cara aleja las sonrisas,
mis parpados
sugieren sueño, charlas breves,
y pesadumbre de mis piernas.
La luz
a perdido su matiz en mis ojos,
los perfumes
que tanto he amado,
se han convertido en indescifrables olores,
ya no encienden el fuego en mi labios,
ni motivan el despertarme cada día.
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