Sobre su imagen,
lamina a lamina
se ha ido acolchonando,
un cielo gris
cargado de llanto,
entre las nube solo brilla
el verde oliva de su mirada,
pero le falta nitidez
como a una fotografía barata.
Las caricias ya sin tacto,
bajo una tela
que curtiendo mi piel,
han dejado las arrugas de las vivencias,
y aún así
siempre permanecerá en mis labios
el sutil roce de sus besos,
que dejaron sabor a miel
y colmaron mis deseos.
Cuanto amé
aquel amor inalcanzable,
que antes de nacer
ya había muerto,
idolatré a un ser humano
y como a un Dios lo adoré,
pero ahora el emborronado recuerdo
tan sólo reside en mis sueños
intercalando los pasados momentos.
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