Embargada,
de una inesperada sensación,
a punto de inundar
mis ojos de lágrimas,
siento como un puño
encoge mi corazón,
y una voz desconocida
te reclama.
Y sé,
y me duele,
que con sólo tu presencia,
no lo dudaría ni una vez,
sin pensarlo,
me tendrías a tus pies,
no soporto esta ausencia.
Y en este sórdido apartado,
vacío de todo
y lleno de nada,
me desahogo del hedor
que desprenden las malas aguas,
deslizándose,
en una cascada dorada,
ahí va, la lágrima contaminada,
sosteniendo todo el dolor,
del amor que de ti, me dejó prendada.
|