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Vendimia del entusiasmo

Vendimia del entusiasmo

¡Que se me va, que se me va!...
Juan Ramón Jiménez.



Se me va la sensación de frío y humedad
El agua ceñida a las hojas se desvanece
Y se suma en ellas la resequedad de la madera
El vuelo se ausculta
En la epidermis de la nueva estación
En la materia más baja: el humus
Para que los fermentos del viento
—en su luz viva y tenaz—
no desarraiguen el fulgor de esta estación personal.




Sólo la luz que revive en el verano
Exorcisa mis alas de transparente guarumo
Por lo demás es un ataúd
Que lleva los frutos del agua:
El fulgor húmedo de la materia
Hacia una latitud sofocante
De ardorosas frondas amarillas.
¡Oh invierno el verde desciende devorado!
La noche es un pasto de estrellas:
Estoy invitado a presenciar mi agonía.




Puedo llamar al invierno de mil maneras:
Antigua piyama pájaro irisado en el aire
Orégano aderezado en los manteles del cielo
Alelíes encenddidos por fragantes reminiscencias:
Albahaca que pasa por mi garganta
Grafito para el alfabeto de los sapos
Levadura volcánica: fuerza de oxígeno
O, sencillamente campana agonizante
Cuando llega octubre.



Jamás cambiaría el trueno o la mazorca
O la espiga por el hambre
Con el verano pierdo el derecho a la vida
Y a los guantes palpitantes de la clorofila
El verano es un escudo anquilosante
El invierno —dulzaina de chupamiel—
Es en cambio una mano de hermosas paternas
Por donde la aurora
—en su crepitante lozanía—
deja entrever el relámpago de la vida.




Hoy llovió por última vez
Fue como ir a dejar un ser querido
Al camposanto a la región más infinita
E inefable de los pensamientos hechos trizas
Pero así son las cosas y seres que se aman
Así es la partida de esta agonía inexorable
La ceniza y los vestigios de la lluvia
Y el invierno que en forma sangrante
Emerge de la memoria
Y del orgasmo desgarrado en el firmamento.





De la tierra huye, y galopa la zarza
Los sollozos desgarran la piel
Lo veo colgado en un madero
De ríos imaginarios de remansos vaporosos
me cubro en su colectiva transparencia
Y lo saboreo hasta lindar con la intrepidez
De un pájaro en los mágicos aleros del aire
Yo digo —en su marimba filial—
Que lo he bebido en ferviente escalofrío.





El invierno se ha ido
Su luz vegetal era un pájaro
Que emergía del agua
Cuando irrumpe inunda mis sentidos:
Es un violín que llora de alegría
Handel viene a mi memoria con “Water Music”
Y así el agua natural elemento de Heráclito
Se despide de mis raíces
Para ir a trasegar su polen líquido
A otras latitudes que el destino manda.




Desde pequeño lo encerré en mis pupilas
Encerraba las gotas verticales que caían
En calcetines de transparente fantasía
Y en cuadernos de escabrosa caligrafía
Entre tantas hojas se colaba
Y formaba una insigne corriente
De susurrantes mariposas
De noche en el Obrajito parecía enigma
Que sólo hoy la memoria
Asocia con el ímpetu de la vida...



El invierno. El invierno. El invierno.
Sangre eléctrica, mi sangre.
Es como si después de un gran verano,
Una rosa abriera su fragancia
Y se multiplicara en el rocío de la aurora.
¿Cómo decirlo? ¿Cómo cantarlo?
Yo respondo instintivamente a su existencia
Es como la fuerza del orgasmo
Con los párpados vítreos de la esperma.



Si falta un día muero
Es un dolor golpeante en los costados
Que va dejando cráteres de monotonía
Soy como la planta que cae y necesita lozanía:
El invierno con sus pestañas de lava:
El agua color de estaño
Para llenar los cántaros del sueño
Y así emplumar con líquidos mi vacío corporal.



La palabra lo ha hecho reverencial
Se va detrás de una tormenta
De la aurora que huraña
No se deja traspasar del sol
El olor es grueso e inmenso cuando viene:
Es como la luz destellante
Y escarlata de los nacimientos
Las ventanas se van aderezando de musgo espeso
Como la configuración del campo
Que se viste anónimamente
De verde incendiario de densa clorofila.




Entre esa cabellera tumultuosa de gotas
Observo las calles solitarias
Y los íntimos barcos sobre tierra y adoquines
El aire que es casi humano
Toca mis sienes como un pájaro aturdido
Por eso nuestro coloquio
Está anidado por la alegoría del sueño
Y por los musgos de la sangre




El invierno suena como aleteo de pájaros
Cada gota es un folio
De ruda parpadeante de arte sorpresivo
Allí fluye la luz de lo humano
La herida del espíritu en su lumbre
Allí en el aleteo del agua
La magia de la vida reverdece
Con el soplo fosfórico de la savia.


André Cruchaga

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Publicado el: 06-05-2004
Última modificación: 00-00-0000


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