Al poeta Hugo Lindo
Alguna vez el reloj animoso de las palabras
Dio paso a la voz de este pequeño siempre
Campanario de río, albatro con luna en el mar.
Mar de desmesura fluye en la bruma caliente de las ausencias:
Fondo de hondos vientos, verde reloj en el alba
Tejiendo el fuego de la epifanía, al igual
Que el señor de Lepanto: cauce de la lengua:
Piedra bañada por la luz de los madrecacaos,
Casa de aquí sin envejecer como el fuego,
Boca atisbando la herida del sueño, rostro ardido
Por esa sed de los helechos y las venas abiertas de la ola.
Hoy es hoy a pesar de que el tiempo viaja delgado,
Por el rostro de las enredaderas
Y la brasa reptante de los símbolos.
Las olas del abismo cobijan con su sombra;
Los peces de la luz bracean en lo oscuro:
Infinita agonía de los relojes cuando hacen gotear el pulso,
Y la semilla herida del horizonte clava su dolo en las pupilas.
A pesar de los pálidos encajes donde la noche se arrodilla,
A pesar del hedor con el cual nos envuelve el destino,
A pesar del aullido cuando el ixcanal se nos clava,
A pesar del grito que nos espía en la ceniza,
El viento hace saltar un collar de pájaros en los ojos.
A pesar del abismo entre la mesa de escribir y el suelo,
Los sueños se hacen en el bar del silencio.
A pesar de las pesadillas caídas en los labios,
El hombre se salva: tiene la saliva de la sed
Y el sueño aderezado bajo la luz…
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