Orillaban mi ser aquellos lagos,
buscando entre las sombras tu sonrisa,
con la quietud de quién se sabe enamorado,
y la certeza de quién se siente comprendido.
Es tanto el amor que te profeso,
y la luz que me regala tu mirada,
que siento la congoja del que pide,
que pienso en la belleza de tu alma.
Ya lo intenté una vez cuando lloraba,
y caí cientos de veces de rodillas,
logré con insistencia subir por el oeste,
pero al final el cielo se escapaba.
Ahora que los años cansados me acorralan,
y me pesan las lágrimas en mis callados dias
siento la pena de ver correr el tiempo,
con la impotencia inerte de los santos
y la impostura negra de la muerte
Es por ello que al fin y sin mesura
encontré en el destino una escalera
para subir al cielo por el norte.
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