Y para desterrar de arriba abajo
ese terrible pánico a la muerte
el mundo vio posible y sin badajo
que el terror se tornara claro y fuerte.
Y viendo no tener un contrabajo
que uniese la esperanza con la suerte,
se sacó de la manga cabizbajo
un dios que castigase al que deserte.
Y así debió ocurrir, que religión
y política, juntos, se repartan
por igual la riqueza y el poder,
colocando bien alto su listón
justo a favor de aquellos que compartan
las muy sabrosas mieses del placer.
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