Misericordialmente, de la ventana pende
la blanca rosa triste que del jardín cortaste
y el beso angelical que tú tal vez brindaste
cuando toqué tu mano… parsimoniosamente.
Y muy serenamente ayer brotó en la fuente
el chorro cristalino fugaz y cadencioso,
al ver la rosa blanca y el roce silencioso
de aquel amor profano que nace de repente.
Tañí la lira entonces de todos los excesos
con estas mis palabras audaces e invasoras,
rendí mis cantos, caímos al margen de la horas…
viví lo que me diste: ¡la magia de tus besos..!
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