Mis irredentos pies
volaron por los aires peregrinos
en el polvo de todos los caminos,
vueltos a nacer ayer
traspasaron las puertas tendenciosas
sin pisar las rosas
de aquellas mis delicias y destinos.
Sedientos del descanso
antes corrieron cual el viento
y como falsos lobos solitarios
soñaron las distancias
de la brizna caída en el invierno
y de los briosos corceles mercenarios
en la llanura opaca.
Oh, suave caridad
de aquellos pasos, libres como aves
volanderas de mil noches,
pedradas de lujuria encadenada
en la borrasca
y faz del sentimiento.
Buscaron en la cruz
de los desiertos la palmera azul,
la blanquecina aurora sin morada
el agua siempre pura...
la bendita ilusión de la inocencia
y el claro de la luna iluminada.
Mis caminantes pies...
lleváronme también a las franquicias
de un loco amanecer,
al lecho de mi amada.
Siempre a la paz de una mirada cierta
y luego a las delicias.
Mis pobres andariegos
que supieran correr en las planicies
sin luces y sin faro
del lento caminar de aquellos tiempos
de absurdas directrices.
Me abrieron sin saberlo
la puerta gris de todas mis audacias,
la fresca ensoñación
de la danzante causa sensitiva
y luego tus fragancias.
Hoy, pies cansinos que me dio la vida,
mis irredentos pies…
crisoles buscadores de abundancia.
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