Hoy desconozco quién guiará mis pasos
y muy poco del ángel que me aguarda,
apenas palpo el peso de la albarda
que sobre mi alma cuenta los fracasos.
Pero sabiendo que no son escasos
los peligros que ansían que el cuerpo arda
y la sangre que sobre mi se escarda,
hasta la luz se acerca a los ocasos.
¿Cómo voy a negar lo que es mi sueño
a la vista del ojo seductor
que cuida de mis vueltas por el mundo,
si casi nunca he puesto mucho empeño
en querer ver el dedo acusador
por si acaso de veras me confundo?
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