Yo caminé hasta encontrarte
sentadita en una nube,
allí quise enamorarte,
camelándote allí estuve.
Y tus labios repetían
que mis palabras amabas,
mas tus ojos me decían
que por otras tú penabas.
Y en tu nube, sentadita,
sigues estando querida,
yo no hallé la palabrita
que ha de bajarte a la vida.
Que naciste entre algodones,
que no sufriste por nada,
que en tus botas los cordones
los anuda una criada.
Pues no entiendes la dureza
del trabajo cotidiano,
tienes sólo la cabeza
en el próximo verano.
Tú no tienes corazón
que lo perdiste aquel día
en que perdiste el cordón
que a tu madre bien te unía.
Ya no te busco, mi cielo,
que es tu nube peligrosa,
es mejor besar el suelo
que en tu nube cualquier cosa.
Ya no me esperes, princesa,
sigue entre algodón sentada
que me hice una promesa:
tenerte siempre olvidada.
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