No puede ser el cielo un desengaño
donde el disgusto sea permanente
y la luz un lamento persistente
que sin parar aumente de año en año.
Si en vida la razón es un apaño
y el castigo ejemplar para el creyente
un cruel y doloroso referente
no entiendo cómo prolifera el daño.
Si cada cual se agarra a la existencia
como mejor conoce y le seduzca,
¿en qué nos beneficia la esperanza,
si delante se tiene la experiencia,
a no ser de que en vida se conduzca
practicando con odio la venganza?
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