En Zumacal nací por primavera
y maltratado fui sin condiciones,
yo apenas distinguía a los matones
que al lado estaban siempre de mi vera.
Nunca jamás, ni Dios, miró siquiera
si tal vez me dolieran los riñones,
mientras desmigajando los turrones
miraba de reojos la frontera.
Porque escapar quería de inmediato
de aquel nefasto y miserable infierno
donde el hambre quemaba mis sentidos,
tal vez porque robar no era barato,
si me pillaba a solas el gobierno
trena tenía fácil para rato.
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