Como duele la vida entre las sombras
si nos convida al llanto
cuando se abren de nuevo los maitines
en el invierno amargo
y en la aturdida y frágil carcajada.

La música triunfal y sus cantares
amortiguan la espina
pero el sueño larguísimo del viaje
declina en su cansancio
y rompe la tregua del letargo.

La vida se camina sin andamios
y surge veleidosa
limpia de estrellas antes del naufragio
y siempre con sus prisas
sepulta los ardores de la pena.

Es cóncava y a veces mutilada
y caja de sorpresas,
es la vida el hálito supremo
del tiempo y del olvido
y el ojo que nos mira en los senderos.

Tiene brisas y algunas cicatrices
en la urna siniestrada
donde esconde tal vez lo mas callado
y campos anegados
con sus frutos de tórridos dilemas.

Y duele más la vida al sentenciado,
al tránsfuga sediento,
al que disputa la virtud ajena
y al hombre sin historia
que esconde la extensión de su teorema.

Algunas vidas tienen sus dobleces,
la ira reprimida,
la estética emoción de un pasado
y la figura al viento
pero también la cruz de una hondonada.

Los dobleces se escudan en la vida,
la certeza en el polvo,
las horas enlutadas se eternizan
en la sombra del alma
y si es la vida oscura
termina amortajada.


Cuanta vida… encontramos en la vida.
La muerte desparrama
y el horizonte con nosotros vuela
sin sorna ni malicia
y la vida muy pronta nos reclama.

Julio Serrano Castillejos