Como nunca sabré de mi secreto
que bien guardado ahí también se quede,
y por supuesto que lo digo adrede
toda vez que me vea en un aprieto.
Hoy día me merecen un respeto,
y es un favor que el cielo me concede
llegar hasta las puertas de su sede,
resultando también de ser discreto.
No puedo defender mis posiciones
y a la vez recobrar el tiempo errado,
pensando que en lo bello se encerraba
por igual la salud de mis razones,
porque a menudo viva adormilado
quizás soñando ya en pelar la pava.
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