Cuando empecé a hartarme de mis sueños
creé a mi alrededor grandes castillos,
carentes de cimientos o ladrillos,
sin saber si eran grandes o pequeños.
Ahora que conozco ya sus dueños,
poco o nada me importan los cuchillos
que puedan esconder en sus bolsillos,
aunque de pronto cambien los diseños.
Hoy como ayer recuerdo como nunca
aquella libertad que me inventaba
oculta en el secreto de mi cueva,
y no quisiera ver como se trunca
enredando sus flecos de almadraba
siempre que en este mar mi alma se mueva.
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