No temo examinar mis relaciones,
de un odio degradado por la vida,
porque al hacerlo creo no me impida
el sentir la bondad de mis pasiones.
Y nada saco hiriendo mis razones,
acudiendo de forma resentida,
allí donde el verdugo me lo pida
a recitar forzado mis canciones.
Sin duda es necesario el amor propio
en muy beligerantes circunstancias,
en las que hay que tirar también del carro
para servirse del mejor acopio,
donde incluso se cuenten las fragancias
sin que se salga la pasión del tarro.
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