SONETO. BLANCO.-
Tanto me enseñó el hambre con sus dientes
afilados luchando cuerpo a cuerpo,
que a diario yo gané mi propio pan
currando sin parar mañana y tarde.
Pues mi piel el descanso no conoce,
cuando ni jubilada se acostumbra
a dormir por las noches relajada,
sin admitir que el mundo se derrumbe.
No será por vivir entretenido
que trabajar tratase yo por otros,
sino más bien que viéndome ocupado
me gusta ver las cosas todas hechas
hoy, antes de marcharme al otro mundo
como mandan los cánones de ley.-
|