Yo no discuto el ansia de poderes
mostrando mi barriga de cordero,
como si fuera un pobre pordiosero
buscando por los suelos mis haberes.
Nunca tuve muy claro mis deberes,
si trabajar a cambio de dinero
o tal vez reventar el monedero,
recubriendo mis venas de placeres.
Quizás fui la esperanza y el orgullo
de unos padres tan pobres como hastiados
cuando el llenar la boca cada día,
se convertía ya en sutil murmullo
para nuestros estómagos lisiados
dando gracias y saltos de alegría.
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