Mi boca se volvía agua de besos
atravesando mares y montañas,
poniendo en lisa lúcidas campañas
que hasta los músculos dormían tiesos.
¿Quién me diría que también los huesos
sacudir no quisieran sus entrañas,
temiendo aparecieran artimañas
a cambiar de opinión mis locos sesos?
Pues si acaso me ocurre amar de nuevas
nunca quisiera recubrir mi piel
a espaldas de cualquier prejuicio loco,
aunque costar me cueste muchas brevas
siendo de corazón bastante fiel
sin desquiciarme demasiado el coco.
|