Cuando yo andaba joven y muy fuerte
no me asustaba fácil ningún miedo,
incluso señalaba con el dedo
a quien me amenazara igual de muerte.
Apenas si tentaba aquí la suerte,
a la que siempre el paso yo le cedo
por evitar cualquier absurdo enredo,
que al azar vaya y pronto se despierte.
Ahora los peligros llegan solos
y por arte de magia se repiten
cuando sin duda menos los esperas,
tanto que quien se toca bien los bolos
ni en el club de los míseros le admiten
merodear de lejos sus fronteras.
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