Soneto Cautivo.-
Era hermosa y divina
la princesa locuaz de mis desvelos,
quizás por ella yo sintiese celos
y adorarla quisiera detrás de una vitrina.
Pero ella se revuelve y salta cosa fina
marcando inquebrantable sus anhelos,
al arrancarse sin parar sus pelos
diciendo estar que trina.
Yo mis cuidados le propongo
pero acallar no puedo sus bruscas ansiedades
si me pilla en mitad de la tormenta,
porque de soluciones apenas si dispongo
que complazcan tal vez mis vanidades
sin poner cada día mi pellejo a la venta.
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