Gloria que nunca disfrutar pudiera
es la que yo esperaba de tus brazos,
y gracias que temiendo tus tortazos
pronto huí del rebufo de tu vera.
Pues de ilusiones hice mi bandera,
de sueños la razón de mis abrazos
que a la postre sentí sus coletazos,
velando por amor tu cabecera.
Y muy tarde repita la ventura
que nunca más probara por ahora
dormir de nuevo en brazos de Cupido,
pues aunque justifique mi locura
de manera satánica y sonora
siempre daré el intento por fallido.
|