SONETO.-
LA CORDURA DEL HOMBRE ...
La cordura del hombre no se mide
cuando en misa el domingo se confiesa,
ni cuando al diácono las manos besa
si en pecar a propósito reincide.
Pues quien sabe si a Dios gracia le pide
que a sus pies le disponga una marquesa,
que por garantizarle buena mesa
su fortuna también se la liquide.
Así ocurre a los cándidos devotos
que después de mostrarse tan sumisos
rinden delante del altar honores,
por evitar quizás los terremotos
bien ocultos detrás de compromisos
que a todo quisque saca los colores.
|