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Carrera de relevos en Chiapas

  
CARRERA DE RELEVOS EN CHIAPAS

Julio Serrano Castillejos


Mi salida del cabildo tuxtleco como síndico municipal, al igual que la separación de sus funciones para el presidente Enoch Cancino Casahonda y la renuncia de todos los regidores impuesta por presiones políticas de las altas esferas gubernamentales, fue traumática para el grupo antes mencionado dadas las circunstancias ya anotadas en el capítulo “Patrocinio y el imperio de la ley”, pero así es la política y para incursionar en ella es indispensable estar preparado a todo y aprender a comer piedras y no atragantarse al deglutirlas.

Al poeta consentido de los chiapanecos autor del ya célebre “Canto a Chiapas” se le echó encima el aparato oficial y en consecuencia también la prensa tan proclive a servir de tapete de las fuertes pisadas de los más nefandos intereses de los poderosos, entre los cuales estaban los que habían llenado al gobernador Patrocinio González Garrido de falsas ideas en contra del vate originario del barrio de San Roque. Noquis, como le decimos sus amigos al ex presidente municipal de Tuxtla, quien se fue a radicar la ciudad de México para evitar un atropello judicial en contra de su persona.

En cuanto se empezaron a aquietar las aguas del escándalo periodístico de una supuesta disposición de dinero propiedad del ayuntamiento tuxtleco, por parte del ex alcalde arriba mencionado, la que en breve plazo se aclaró y la sociedad chiapaneca exoneró a Enoch Cancino de toda culpa, empecé a hacer mi vida social con toda naturalidad. Me pasé medio año sabático -seis meses sin empleo- y un buen día me sugirió ni cuñado el ingeniero Oscar Castañón Morell lo visitase en su despacho de la Constructora Calpan, en donde me ofreció la Coordinación General de esa importante empresa constructora de casas de interés social, manejada con maestría por él. Mi pensión como abogado jubilado de Petróleos Mexicanos apenas me alcanzaba para “medio sacar al buey de la barranca” como se dice vulgarmente. Así acepté el nuevo compromiso y en cosa de un par de meses ya estaba empapado alrededor de una serie de fenómenos laborales, para mí antes desconocidos.

Mi contacto con los ingenieros de Calpan me indujo a conocer los problemas por aquellos días tan comunes de la citada empresa para con sus clientes, y no sólo eso, sino a buscar la manera más idónea de resolverlos. Hubo casos francamente cómicos, como el de un cliente que exigía le cambiásemos todos los tornillos de estrella de puertas y ventanas de su casa, aduciendo qué él sólo tenía desarmador ordinario y que no iba a poder apretar cualquier tornillo flojo. Fui a mi automóvil, abrí la cajuela del mismo y del paquete de herramientas extraje un desarmador de estrella y se lo obsequié, finiquitando así el asunto.

Las especificaciones de los contratos de construcción señalaban como una de las muchas obligaciones de Calpan dotar a las casas de una cisterna para el abasto de agua, pero cuando construimos en el fraccionamiento “Lomas del pedregal” encontramos un subsuelo de roca que nos impedía horadarlo a un precio razonables, y así las cosas, fue necesario llevar las cisternas o aljibes a la parte alta junto a los tinacos, dándole a cada propietario de las casas habitación una bomba gratuitamente para subir el agua. Pues no faltaron clientes, de trato francamente irrazonable, que decían: “…si está el depósito de agua arriba ya no es cisterna, yo lo quiero abajo” y se me presentaban en mi oficina con un diccionario en la mano para alegar que si era cisterna debía ser subterránea y no en la azotea. Lógicamente, fue indispensable modificar la parte relativa de los nuevos contratos de construcción, y los casos anteriores resolverlos sobre la marcha. No faltó un guasón que dijese: “…es más sencillo pedirle a la Real Academia de la Lengua Española modifique su definición de “cisterna” y asunto arreglado”.

Los abogados decimos: “… si no está en el expediente no está en el mundo” y esa frase, aplicada en el litigio ante los tribunales, nos ha dado una formación profesional tendente a dejar por escrito constancia de toda nuestra actividad, de nuestros pedimentos y gestiones realizadas en el desempeño de las labores encomendadas. Además, en el sector público el funcionario de todos los niveles, y así mismo sus subalternos, se acostumbran a una especie de procedimiento administrativo escrito, en donde “los papelitos hablan”. Quise llevar ese método a Calpan pero me topé con una infranqueable barrera, en donde el método administrativo oral era el favorito de todos, incluido el presidente mismo, Oscar Castañón Morell, y ya no se diga el ingeniero Carlos del Toro, el contador Anselmo Orellana, la arquitecta Sandra Cruz, la secretaria ejecutiva Guadalupe Pariente Minero, los ingenieros Jorge Díaz Pascacio, Jorge Araujo, Mario Renault, Felipe García y otros. Inclusive, las memorandas con copia para el presidente de la empresa, los destinatarios los tomaban a ofensa, pues se consideraban denunciados ante una autoridad como si fuesen presuntos responsables de un delito. Lógicamente, las órdenes de palabra se acataban si el receptor tenía la buena voluntad de cumplirlas, pero si no, era imposible demostrar su desobediencia y de tal manera los más responsables iban por el buen camino, pero otros, disponían lo necesario si les venía en gana y echaban el gato a retozar apenas el jefe inmediato superior estaba lejos de ellos.

De la pujanza de Oscar como empresario y eficiente edificador de viviendas de interés social, quedo constancia pues el presidente Carlos Salinas de Gortari le hizo entrega, personalmente, del Premio Nacional de la Construcción “Templo del Sol”. El jurado calificador tuvo en cuenta un fraccionamiento de la ciudad de Querétaro y otro de Tuxtla Gutiérrez, de nombre la Herradura éste último, construido por Calpan en un alarde de ingenio e imaginación, con base en la llamada “casa que crece”. Se pagaban por aquel entonces enganches equivalentes a unos mil ochocientos dólares en cómodas mensualidades y el total de la propiedad se liberaba de todo adeudo con dieciocho mil dólares. Doy las cifras en la moneda de los Estados Unidos de Norteamérica, pues la inflación galopante del peso mexicano en esos días era tan alta que convertiría en incomprensibles, para los lectores de hoy, las cantidades inherentes al asunto tratado.

Al presente capítulo lo denominé “Carrera de relevos en Chiapas” por los constantes cambios de gobernadores que nos impuso en el mencionado estado la política centralista junto con los avatares de la vida nacional en un breve espacio de seis años. Patrocinio González Garrido, quien llegase a ser titular del ejecutivo chiapaneco a través de elección popular se fue al gabinete presidencial de Carlos Salinas de Gortari como Secretario de Gobernación. Creo es la ocasión en que más cerca hemos visto los chiapanecos la posibilidad de tener un presidente de México de nuestra querida tierra, pero como se verá más adelante ello no fue posible.

Patrocinio gobernó oficialmente del día ocho de diciembre de 1988 al 4 de enero de 1993, pero dejó en su lugar a un amigo personal de él a quien le brindó la oportunidad previa de hacer una meteórica carrera política local, de nombre Elmar Herald Setzer Marseille al que la prensa local lo calificó como finquero hijo de terratenientes alemanes, y virtualmente, según lo decía toda la gente, siguió siendo el manda más en la entidad el hijo de don Salomón González Blanco. El interinato de Elmar se vio abruptamente interrumpido por exigencias del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

No era cuestión sencilla encontrar un gobernador substituto para satisfacer las exigencias del momento. Si los “neozapatistas” no querían ver en la silla gubernamental a Elmar H. Setzer era precisamente por su origen de raíces extranjeras y su status social y económico. Fue así como se pensó entronizar en su lugar a Javier López Moreno.

Ya dentro de los 10 meses del efímero gobierno de Javier, al ingeniero Oscar Castañón Morell, quien se ha ganado a pulso la fama de hombre de empresa, capaz, honesto, con carácter ejecutivo y un empuje de locomotora diesel, se le propuso tomar las riendas, dentro del Partido Revolucionario Institucional, del Comité de Financiamiento Estatal, relevando en el cargo al empresario huixtleco Jaime Fernández. El cambio de estafeta se realizó en una sesión solemne, quedando como presidente de dicho comité Oscar, en calidad de tesorero el contador Antonio Pariente Algarín y como secretario el que esto escribe.

Ya en corto me dijo Oscar:
-“Julio, te irás a recorrer todo el estado para instalar a los nuevos comités municipales de financiamiento del PRI, en el entendido de aplicar en cada sitio un método verdaderamente democrático para nombrar funcionarios. El secretario ejecutivo del comité estatal del Partido, José Luis Coutiño, hablará previamente con los presidentes municipales para concertar la reunión de instalación, con los priístas más distinguidos de cada lugar y ellos decidirán quiénes formarán las nuevas mesas directivas”.

-“¿Será necesario solicitarle al presidente del Partido me entregue mis viáticos?” –le pregunté a mi cuñado Oscar-. La respuesta me hizo ver que habían escogido a la persona más idónea al nombrar a mi cuñado.

-“No Julio, estamos en este comité de financiamiento para recabar dinero y no para generar gastos. Yo te voy a proporcionar lo necesario y si no te es suficiente me avisas para darte lo que pidas”, respondió a mi pregunta el nuevo presidente del comité estatal de financiamiento del partido tricolor, quien en pocos días vería traicionada su buena fe
y sobre todo su vocación democrática y de limpieza de contenido social.


Oscar Castañón enriqueció la buena impresión que sus palabras iniciales me habían producido, al darme a conocer su tesis que habría de llevarme al puesto de secretario de dicho comité.

-“Mira cuñado, algunos dirán que nombrar a mi compadre Antonio Pariente Algarin tesorero, siendo tío de mi esposa, y a ti secretario no obstante ser el marido de mi hermana Chabe, es un acto de nepotismo, pero como estamos en el comité a título gratuito los tres, a ver quién es el valiente que desea venirse a chambear sin estipendio alguno y muchas de las veces poniendo de su bolsa para cubrir gastos”.


La generosidad de Oscar Castañón resaltaba palpablemente y brillaba a la vista de todos como un caso fuera de los acostumbrado, pues era bien sabido cómo se cocinaban las cosas dentro de dicho partido en todo el territorio nacional. Chiapas ahora sería pionero de una nueva mística, inclusive para colocar a correligionarios en puestos de dirección partidista haciendo a un lado el nefando e impopular dedazo. En las reuniones de la nueva mesa directiva Oscar dijo: -“A partir de ahora nace un Partido en donde la voluntad de las bases serán orden superior”. Lógicamente, aquellas palabras inyectaron nuevos bríos a los priístas de viejo y de nuevo cuño. El futuro era atractivamente prometedor y no se veía posibilidad alguna de una regresión a los métodos de antaño.

José Antonio Aguilar Bodegas, presidente del Comité Estatal del Partido era un joven abogado originario de Tapachula con suficiente don de gentes como para hacer labor de proselitismo partidista sin sangrar las economías de nuestro organismo. Dicho más claramente: José Antonio nunca tuvo en mente aprovechar nuestros recursos financieros para él ni para intereses extra partidistas. Luego se entenderá la raíz de esta aseveración.

Por entonces fungía como secretario de finanzas del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, el veracruzano Miguel Alemán Velasco quien ya tenía la mira puesta en la gubernatura de Veracruz y buscaba la mejor manera de ganarse adeptos. Miguelito –como le dicen sus más cercanos- hizo un donativo para el Comité de Financiamiento Estatal chiapaneco del partido fundado por Plutarco Elías Calles en 1929, de nada menos que cinco mil quinientos millones viejos pesos, o sea, casi dos millones de dólares, los que quedaron en un fideicomiso dentro de una conocida institución bancaria, bajo los candados de suficientes firmas como para hacer imposible el uso indebido de esos fondos. La buena marcha financiera del PRI en Chiapas estaba asegurada, pero no obstante Oscar propuso a los demás miembros del comité de referencia realizar rifas de casas, de automóviles, bailes, desayunos de la “unidad revolucionaria”, etcétera, con la finalidad de recabar más fondos y acrecentar así la suma entregada por Alemán Valdés.

El gobernador de Chiapas era, ya lo dije, el talentoso abogado Javier López Moreno, colocado por mandato del Dedo Mayor en lugar del interino Elmar Setzer Marseille en la silla principal del palacio de gobierno de nuestro incomprendido estado. Según comentarios de los corrillos políticos, al sub comandante Marcos, cabeza invisible del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, pues vivía encapuchado, no le satisfacía Elmar como manda más chiapaneco por su origen alemán y por su dependencia política e ideológica con Patrocinio González Garrido, a la sazón Secretario de Gobernación del Gabinete presidencial de Carlos Salinas de Gortari, mientras que Javier tenía un origen ciento por ciento mexicanista y eso lo hacía más idóneo, además de sus muchas prendas personales, pues a Javier desde muy joven se le identificaba como a un hombre de talento y extensa cultura, buen orador y con un innegable don de mando.

Puse mi automóvil particular al servicio de la causa financiera del PRI y me fui a recorrer Chiapas para integrar los comités de financiamiento municipal. Los sitios más cercanos, como Chiapa de Corzo, Berriozabal, Ocozocuatla, Suchiapa, San Fernando y Cintalapa, los atendí sin necesidad de pernoctar fuera de mi domicilio particular, pero para darle forma a dichos comités en Palenque, San Cristóbal de las Casas, Tapachula, Comitán, Pichucalco, Ocosingo, Tonalá, Arriaga, etc., me iba en compañía de mi esposa y si era posible visitábamos a familiares y amigos, como cuando nos quedamos a dormir en el rancho del capitán aviador Enrique Mahr Kánter y su linda esposa “Cachita” Castañón a las orillas del río Tulijá en una zona que sería posteriormente motivo de invasiones de tierras al amparo del movimiento “neozapatista” comandado, según algunas voces, por el obispo de San Cristóbal, Samuel Ruiz. Pasamos horas inolvidables con este carismático matrimonio. Por ahí estuvieron en esa ocasión don Alberto Buere, ex empresario y pionero de las compañías de aviación de nuestra provincia, como Servicios Aéreos de Chiapas; al igual que mi distinguido amigo Flavio Coutiño, propietario de un rancho vecino al de Enrique y su familia. Estaba además de visita Eduardo Kánter, tío carnal de Enrique y persona de todo mi aprecio, quien al momento de escribirse estas líneas ya tenía ochenta y dos años.


Al arribar a San Cristóbal le preguntó mi señora, Isabel Castañón Morell, a nuestra amiga la Nena Villanueva, esposa de Mario Pedrero, si nos recomendaba la misa dominical impartida por Samuel Ruiz, nuestra distinguida amiga nos sugirió no asistir al templo de ese alto prelado eclesiástico, pues su adoctrinamiento a los indígenas consistía en inculcarles odio en contra de la gente de estrato social superior al de ellos. La filosofía cristiana tiene por base fundamental –como lo sabe hasta un niño- el amor al prójimo, pero don Samuel no practicaba esos principios y so pretexto de enseñarles a los indígenas”la necesidad de sacudirse el yugo del hombre blanco” les infundió una corriente de odio hacia sus congéneres decididamente contraria al principio universal de “amaos los unos a los otros”.

Este cura practicaba la doctrina de la teología de la liberación cuyo origen en opinión de los observadores es marxista y en consecuencia un contrasentido respecto a la fe cristiana, pues Carlos Marx pregonaba el materialismo dialéctico que viene a ser la negación de Dios en todos los órdenes.

Volviendo al tema inicial es conveniente puntualizar que el ejercicio democrático realizado en los municipios y consistente en darle transparencia al nombramiento de los integrantes de cada comité, trajo como consecuencia comentarios a favor pues esa nueva tónica favorecía a todos y no obstante en algunos casos se externaba incredulidad: “¿Será verdad que ahora sí, la democracia entrará a México por la puerta grande?” o bien, “…este es el cambio que el PRI necesitaba para fortalecer sus estructuras” y otros por el estilo. No faltaron las apreciaciones negativas aunque un poco veladas: -“Será cierta tanta belleza?” La gente sentía en estos nombramientos un claro aviso de una democracia sin cortapisas ni simulaciones. No faltó quién me llegase a preguntar: -“Don Julio: ¿Este asunto va en serio”?

Para ir a instalar el comité de financiamiento municipal de Ocozocoautla, Oscar me sugirió me llevase a don Romeo Corzo Grajales, priísita de viejo cuño y originario de ese municipio, en donde su sola presencia en la junta de instalación del comité le iba a dar un prestigio moral de enorme solidez a ese acto, pero como además era un amigo de toda mi estimación y respeto recibí la sugerencia con agrado y la cumplí a pie juntillas. Don Romeo se fue conmigo y participó en la reunión con sus sentidas palabras manifestando su emoción al ver “cómo por fin la democracia había arribado a nuestro partido político”. Cuando regresamos a Tuxtla, aquel hombre de fuerte raigambre chiapanequista señaló: -“Licenciado me hizo pasar la tarde más agradable de mi vida”. Al momento de despedirme de él le pregunté:

-“Don Romeo dígame si es tan amable, ¿de donde viene que a Ocozocoautla le digan Coita”?

-“Ni yo conozco el origen a ciencia cierta –respondió el viejazo-, pero dicen que los campesinos de la región cultivaban con coa el campo y por una costumbre ancestral le llamaban a ese instrumento de labranza en diminutivo: coita. De ahí el apodo de mi pueblo”.

Pero el gobernador Javier López Moreno dispuso cambios en los mandos estatales del PRI y a José Antonio Aguilar Bodegas lo sustituyó en la presidencia el inquieto abogado Gerardo Pensamiento, a quien conocí en la ciudad de México en las oficinas generales de PEMEX cuando iba a tratar asuntos con funcionarios de Petróleos Mexicanos relativos a una Liga de Soldadores que operaba en Reforma, Chiapas, así como en otros municipios de dicha entidad, de explotación petrolera. A Gerardo me lo presentó mi tocayo el abogado Julio Brena Torres, hermano del ex gobernador de Oaxaca de nombre Rodolfo y de los ya citados apellidos.

A estas alturas de principios del año 1994 ya era oficialmente candidato del PRI a la presidencia de México el licenciado Luis Donaldo Colosio Murrieta y el nuevo Secretario de Finanzas del Comité Ejecutivo Nacional del partido de referencia era Oscar Espinosa Villarreal, quien invitó a todos los presidentes y secretarios generales de los comités de financiamiento del instituto político antes mencionado, a una reunión en la ciudad de México presidida por Luis Donaldo, en donde se le iba a dar a todos los ahí presentes la oportunidad de hablar con el ya ungido candidato. Comento lo anterior como importante antecedente de un caso, para mí de mucha trascendencia y pormenorizado a continuación.

Cuando pasé al besamanos para saludar al licenciado Luis Donaldo Coloso me atreví a decirle: - “Señor licenciado, cuando esté en funciones como Presidente de México y en tal razón como jefe nacional del PRI, suprima la costumbre de que sean nombrados candidatos a diputados federales en las provincias, los llamados políticos golondrinos, pues viven alejados del territorio y del conglomerado que dicen representar y al terminar su encargo no los volvemos a ver”. El licenciado Colosio me respondió: -“Le agradeceré escriba su propuesta y la deposite en la urna de peticiones al candidato”. Me fui pensando que nunca más iba yo a saber del resultado de mi breve texto, pero a fines de marzo de 1994 recibí una carta del candidato a la presidencia Luis Donaldo Colosio fechada el día anterior a su muerte, en donde se hacía solidario de mi petición y ofrecía cumplirla. La misiva tiene la firma en directo.

El flamante Secretario de Finanzas del CEN del PRI, Espinosa Villareal propuso a mi cuñado Oscar Castañón una reunión en la ciudad de México para afinar las estrategias de recaudación financiera. Antes de partir a la capital Oscar me encomendó solicitarle a los altos funcionarios del mencionado Partido político el auditorio “Plutarco Elías Calles” en donde se iban a realizar los trabajos preliminares de las tácticas recaudatorias de fondos económicos. Un día antes de la reunión y en momentos en que Oscar Villarreal y Oscar Castañón se encontraban aún en la capital de la república me llamó por teléfono José Luis Coutiño, funcionario priista muy cercano al nuevo presidente estatal de dicho partido, para decirme que había surgido un incidente del cual debía quedar yo inmediatamente enterado.

Sin darle más vueltas al asunto me hizo saber José Luis Coutiño que sin cubrirse los trámites de rigor y de manera sorpresiva se había nombrado un nuevo Comité Estatal de Financiamiento del Instituto Revolucionario Institucional. Hablé por teléfono al Distrito Federal a Oscar Castañón, o sea, al presidente depuesto abruptamente mediante un mal orquestado albazo y cuando le expresé lo anterior me pidió hablase con Oscar Espinosa Villarreal. Ya en la bocina de la línea telefónica el alto jerarca me dijo: -“Licenciado Serrano, creo está usted en un error, un Comité de acuerdo a nuestros estatutos no puede ser motivo de cambios en ausencia de los funcionarios salientes, quienes deberán entregar a los nuevos los archivos, las cuentas bancarias, la papelería con logotipos, el padrón de participantes, los nombres de los funcionarios de los comités municipales de financiamiento, etcétera; pero ahí se enteró Oscar Villarreal que en Chiapas los estatutos del PRI fueron letra muerta.

Los miembros principales del depuesto Comité Estatal de Financiamiento ya en calidad de víctimas de semejante atropello esperamos se nos llamase para asistir al Banco a gestionar el cambio de firmas y que así los nuevos funcionarios pudiesen disponer del dinero depositado en un fideicomiso, pero para sorpresa de todos nosotros los fondos desaparecieron misteriosamente y nunca se supo que fin tuvieron. Los funcionarios bancarios jamás hicieron declaraciones al respecto. El suceso fue motivo de notas periodísticas y de algunos editoriales, pero nunca nos enteramos del paradero de los malhadados fondos de dinero.

Para darle a los lectores una idea de la cantidad esfumada bajo una maniobra de auténticos “magos” financieros debo decir que equivalía a 20 millones de pesos del año 2011, o sea, a cerca de dos millones de dólares americanos, aproximadamente.

En el ámbito electoral de Chiapas el candidato idóneo del PRI para la gubernatura resultó ser en el año 1994 el senador Eduardo Robledo Rincón, quien fuese un mandatario de dos meses pues los “neozapatistas” no le vieron patas para gallo y solicitaron su dimisión a manera de condición fundamental para entablar negociaciones con el Gobierno Federal y pactar un estado de paz. Aquí se vuelve a justificar el nombre del presente capítulo “Carrera de relevos en Chiapas”, ya que tomó la estafeta un licenciado Julio César Ruiz Ferro, hasta ese momento desconocido en la entidad, quien habría de ser obligado a dejar el poder al atribuírsele responsabilidad por la matanza de aborígenes chiapanecos en Acteal, por parte de un grupo paramilitar denominado Máscara Roja el día 22 de diciembre de 1997 y es así como a resultas de un enésimo dedazo inicia su gobierno el licenciado comiteco Roberto Albores Guillén, al que el ingenio popular le llamaba “el interino del substituto del interino”, quien para fortuna del pueblo demostró tener vocación de respeto a las instituciones democráticas de Chiapas como más adelante se verá.

Todas estas idas y venidas de gobernadores chiapanecos dejaron inmersa a la ciudadanía de la entidad del sureste de la República en un ambiente de incertidumbre, pues los funcionarios públicos de todos los niveles duraban en sus encargos menos tiempo de lo que una pareja de amantes hace uso de la habitación de un motel. Frustraciones de esta naturaleza son las que enfrían el buen ánimo de los ciudadanos para ir a sufragar en las urnas. Y luego los jerarcas partidistas se dicen extrañados por los altos índices de abstencionismo electoral.

La inestabilidad política de tantos cambios de gobierno se ha hecho ostensible en Chiapas a través del atraso de los programas pues lo que inicia uno no lo termina el otro, amén de que con el cuento… “cada maestrito tiene su librito” los gobernadores hacen o dejan de hacer lo que a su criterio personal creen es más conveniente. Ante la carencia de mentalidad democrática el pueblo no participa en la vida pública y es nada más un pasivo observador de acontecimientos.







Julio Serrano Castillejos

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Publicado el: 17-01-2007
Última modificación: 19-02-2013


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