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Escama de sirena

Habla mi memoria, en sus ápices de soledad, de una historia “piratesca” donde no se diferencia entre la coherencia de la locura, donde el olvido y el recuerdo son los enemigos mas amistosos y donde la verdad absoluta es tan relativa como la mentira mas picara.

Observando el horizonte iluminado por los rayos de Lorenzo en su demostración de fuerza y vigor, se levanto el parche con el que simulaba estar tuerto y agarrando una botella del mejor ron, llevándoselo a la boca junto a una sonrisa de alegría, celebraba en la popa de su navío la adquisición del tesoro mas preciado de su vida.

Conocido por todos los mares y puertos de su mundo por sus diversas atrocidades, su vicio a las mujeres, su desprecio hacia ellas, por sus grandes dotes de la manipulación y su oratoria, este pirata era una victima más de si mismo.

Con el pecho bien hinchado, los pies de plomo incluso con el balanceo de la nave, los ojos bien abiertos y los dientes muy brillantes, disfrutada de lo que tanto le costo conseguir. Ese era su momento de Gloria.

No era la primera vez que encontraba un tesoro, pues cientos de ellos pasaron por sus manos, siendo muchos de ellos tan extravagantes como insólitos: monedas de oro, diamantes, grandes joyas, papiros inteligibles, especias, arte… e incluso nada.

Pero aquel tesoro era diferente, irradiaba halos de una luz potente y fuerte que cegaba a quien habría el cofre y estaba hecho de las mejores maderas existentes, provenientes de las regiones tropicales y subtropicales… una mezcla de ebano, caoba y cedro rojo.
Estaba recubierto de una capa de un metal desconocido, sus bordes eran de un color purpúreo que escondía entre su grosor, dibujos de runas florales y símbolos arcaicos.

Abrirlo no había sido tarea fácil, pues se necesitaba de astucia, pericia, inteligencia y pillería para poder oprimir la cerradura que permitía ver su contenido, ya que estaba compuesto por un entramado mecánico de puzzles, acertijos y trampas.

Minutos, horas, días, semanas… no se sabe cuanto tiempo estuvo este glorioso pirata intentando abrir este tesoro, del cual desconocía su procedencia y más aun, desconocía su contenido.

Entre la búsqueda de la apertura de esta caja fuerte, tiro por la borda el resto de tesoros que guardaba en su barco, ya que la fácil adquisición de estos, les hizo valorar más el único cerrado, que todos aquellos anteriormente abiertos.

Un viernes noche, donde la luna parecía que le miraba y sonreía, entre sudores y nervios, consiguió presionar el botón oculto tras tanto tiempo invertido.

Ahora podía deleitarse con las maravillas que ese entramado de troncos con forma de caja escondía.

Levantó la tapa, y con los ojos achinados para poder intentar ver entre tanto brillo, no vio nada.

La luz se fue atenuando, y el pirata con las manos temblorosas y los nervios a flor de piel mantuvo la mirada hasta que por fin la luz se marcho para dejar ver claramente el contenido de aquel recipiente tan detallado.

Con la mandíbula prácticamente en el suelo, el asombro fue tal, que el silencio abismal de la sala en la que se encontraba, bajo la cubierta del barco, parecía una jauría de lobos.
Voces, de vete tu a saber, nacían y desaparecían. Frases hechas, palabras sueltas navegaban libremente por el pequeño habitáculo de olores fuertes.

Creyendo en la locura, chilló a más no poder y derepente todo desapareció.

Volvió a mirar dentro del cofre y lo único que encontró era una escama con forma acorazonada y de color azul turquesa.

Era de una sirena.

Frustrado, alterado y malhumorado, maldijo a los cuatro vientos, el tesoro que tanto le costo abrir pero al parecer tan poco valor tenía, y agarrando con la mano derecha la escama, comenzó a caminar dirección proa subiendo por las escaleras de peldaños semirotos para maldecir al cielo de la noche tan trágico suceso.

Dispuesto a lanzarla al mar, la miró por última vez y observándola detenidamente, se reflejo la luna sobre el brillar de aquella cosa.

El pirata se Heló.

Una dulce voz, nació de las aguas y se manifestó con forma humana y cola de pez, con cabellos rubios oro y con los ojos igual de azules que sus escamas.
Labios mullidos, piel blanca, sonrisa alegre y mirada penetrante.

Asombrado, atontado, ensimismado, atolondrado… son tantos los adjetivos que se pueden aplicar al estado de aquel de ropas roídas, de piel sucia, cinturón de tela rojizo y pañuelo en la cabeza, que faltaría tiempo en el mundo para describir lo que aquel energúmeno sintió.

Una canción se dibujaba en el aire, el tono de voz era tan lindo como una aurora boreal en pleno auge, su sonido, su temple, su forma… hechizaron al pirata de escaso ropaje.

Tras terminar la melodía, la sirena se volvió a esconder entre las aguas y a desaparecer en el brillo de las estrellas mientras que aquel que la escuchó cantar, miraba deslumbrado hacia el mar.

El era el único que podía hacerla cantar.

El era el único, la unidad, el dueño de esa preciada canción… El era el hombre más feliz del mundo.

Noche tras noche, el corso, salía con la escama a cielo abierto, sobre su embarcación, a deleitarse con tal mágico cantar, y tan afortunado se sentía que tras escucharla se dormía entre los brazos de Catarina.
Tras un par de meses de líricos bellos y voces embaucadoras, una noche el pirata volvió al cofre y antes de abrirlo sintió un escalofrío por la columna.

Ansioso de abrirlo, se dio cuenta que no podía, que era imposible, que algo ocurría.

Intentándolo durante varias veces, nació en su oído una risa horrible, que procedía de las afueras de aquel buque roído por los años.

Alzando las piernas y aligerando el paso, se encontró a otro corsario con risa malévola sobre su bastimento, y con un sable bien afilado le apuntó al cuello del pirata entristecido.

No podía hacer nada, pues tiró todos sus tesoros por la borda anteriormente, entre ellos armas valiosas, armaduras, mosquetes, trabucos… Solo tenía su vieja espada oxidada de hoja rota y quebrada.

El visitante inesperado, había escuchado desde lo lejos y sobre su propio barco, el cantar de la sirena y él, quería su dedicada canción.

Con andares pesados y lágrimas sobre sus pómulos manchados, bajo con espada del enemigo pinchando en su lumbar, pensando que no se abriría el cofre, ya que él, esa noche no pudo con la cerradura.

Fue llegar frente a la caja y ella sola se abrió.

Las rodillas se le doblaron, las manos le ardían, y los ojos apagaban con el llanto el dolor que su corazón sufría.

El intruso aprovechó para llevarse el mapa de aquel desalmado, para que no pudiese llegar a ninguna parte y dejar a la suerte el destino de quien con tesón y trabajo, consiguió burlar durante meses los obstáculos del tesoro.

Aprovechando la hundida moral del enamorado, corrió hacia su barco el cual se encontraba junto al del pirata destrozado, debido a que este no se dio cuenta de la invasión que recibía por su única ilusión, escuchar cantar cada noche a su sirena.

Ahora, dejo de ser suya.

Se marcho el barco enemigo, el cual disfruto de su canto a costas del trabajo y esfuerzo de quien con trabajo y dedicación, consiguió abrir el cofre que tan feliz le hizo sentir.

Algunos rumores, comentan que fue la sirena quien le dijo al pirata intruso donde se encontraba su escama, otros que los encantos del enemigo hicieron mella en la medio humana para disfrutar de su voz, unos pocos determinan que fue casualidad y error y otros que la intención era clara.

Al muerto en vida, le daba igual cual fuera la razón, lo único que le importaba era recuperar esa escama, pero en el momento en que la recuperó, no sabia si todo volvería a ser como antes, o ya ese canto se perdería en el olvido de la soledad de aquella noche.
Y con una puñalada por la espalda, al pirata le robaron el mapa y su tesoro, por ello ahora es pobre y esta perdido.


AbelMa

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Publicado el: 13-10-2012
Última modificación: 00-00-0000


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