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LA LEYENDA DE LA VERDOLAGA

Platicaban las abuelas que las comadres no deben enojarse porque hace mucho tiempo hubo un caso muy feo en la que el odio se llevó a la tumba a dos mujeres, esta es su historia que un día mi mamá me platicó:

Ellas se criaron juntas, desde pequeñas María y Piedad eran como hermanas, siempre unidas, nunca separadas. De niñas hacían las tareas y se ayudaban una a la otra, ya de adolescentes se confiaban los más íntimos secretos, era tal su unión que ni sus propias madres sabían que platicaban entre las dos.

Pero un día a Piedad le gustó un chico mientras que María experimentaba cierto coraje por no haber sido la elegida aun así, continuaron juntas con la diferencia que ya no salían con la misma frecuencia con que antes lo hacían.

Pasó el tiempo y un día Piedad le comento a María que Juan se quería casar con ella, ese fue el segundo golpe que recibió, pues interiormente nunca perdió la esperanza de ser novia de Juan.

Poco después María encontró un buen hombre que le pidió matrimonio y ella de inmediato aceptó, no quería quedarse para “vestir santos” y a pesar de que Piedad se casó primero, no fue la primera en tener familia, esta vez María le llevó la delantera al ser la primera en tener un hijo. Para limar asperezas, María le dijo a Piedad que ella y su esposo fueran los padrinos de bautizo del niño, de esa manera se hicieron comadres.

El niño era inquieto y muy travieso, cosa que desesperaba a su madre mientras que su madrina todo se lo toleraba porque veía en el pequeño el hijo que no había logrado tener.

Un mal día, el niño hizo una gran travesura y antes de que su madre le llamara a gritos para reprenderlo, éste salió corriendo para refugiarse en la casa de su madrina. María entró a la casa de su comadre hecha una fiera, quiso sacar de las orejas a su hijo pero Piedad se interpuso, comenzaron los jaloneos, las palabras subieron de tono, aparecieron los insultos e iniciaron las cachetadas y jalones de cabellos, las dos tenían el pelo largo, así que no fue extraño que en las manos de ambas hubiera mechones de la otra. Rodaron por el suelo, rompieron macetas, se tiraron con lo que se encontraban a su paso y no se calmaron hasta que sus maridos intervinieron para separarlas. Esa fue la razón por la que estas dos mujeres se enojaron para siempre.

Por una extraña casualidad, ambas murieron el mismo día, y cuando se presentaron a Dios, ÉL les dijo: “las comadres no deben pelearse, y ustedes dos no respetaron el sagrado sacramento del bautizo, una por envidia y la otra por tolerante, ustedes no tienen cabida en este lugar por eso, las voy a regresar de donde vinieron pero en forma de una planta rastrera llamada verdolaga y cuando las arranquen por confundirlas como mala hierba siempre volverán a crecer, nacerán en cualquier sitio donde haya humedad para que cuenten las lágrimas que causaron con su comportamiento, serán alimento de las aves que pueden volar muy alto, mientras que ustedes jamás podrán ser más altas que 20 centímetros del suelo, porque en el suelo rodaron, y esos cabellos que se arrancaron nunca los recuperaran.

Por eso dicen que en cualquier planta de verdolaga que crece en el suelo, siempre te encontrarás un cabello de mujer enredado en sus débiles ramas sirviendo como lección para toda la humanidad.

Maria Leona


Maria*

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Publicado el: 08-04-2014
Última modificación: 00-00-0000


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