31 de Mayo, cumpleaños de José Ricardo Eliaschev.
Hoy es un día “crocante” pero sin Pepe.
Tarde para recordar noticias, música y amigos entrañables de “Esto que Pasa”.
Transitando soles apagados que se escurren por el parque, la ruta o la ciudad, con la radio acompañando, alargando la llegada para degustar hasta la última frase del “comentario editorial. - … que por razones ajenas a la emisora, hoy no se pondrá al aire-.
Presente y pasado confundiéndose, abroquelando ausencias, las de un incunable del periodismo.
Allí donde la palabra dibujaba puntuaciones perfectas y abría la mente al entendimiento.
Allí estaba Pepe, casi en penumbras, solo con su micrófono y nosotros alimentándonos a kilómetros, con su estilo impecable, respetuoso de un idioma que amaba y saboreaba en cada letra y que llegaba de profundo.
En nuestro universo personal, un hilo invisible nos unía a la hora del editorial con el Kiwi Pablo, en Nueva Zelanda. Sabíamos que nos conectábamos en ese instante único, el del concepto claro, la dicción perfecta, el contenido probo.
Allí estaba la magia de la radio, uniéndonos casi místicamente.
La magia de un periodista de aquellos, hablándonos, acortando distancias, tejiendo lazos, acompañando soledades, haciendo docencia…
Allí donde fuere, lo sintonizábamos de oído, por la música, por su voz, por sus silencios, por su franqueza, esa que lo enfrentara tantas veces a los dislates del poder.
Tantos años de caminar el dial en su búsqueda, de felices reencuentros, de tristes despedidas, de idas y venidas por la bruma de la intemperancia y la censura.
Pena grande su prematura partida, pero ya nadie podrá discutir la idoneidad de sus comentarios, la certeza en sus artículos, ni por talento, ni por edad, ese otro crimen que hace objetables a quienes osan sobrevivir a los tiempos, acumulando lustros y sapiencia.
Casi un honor ser llamado “pseudoperiodista” por el “canciller” en el caso que le costara la vida al Dr. Nissman, en esa suerte de galimatías investigativo que como tantos otros, va camino a una recóndita cajonera judicial.
Hubo vientos de obscuras mezquindades, soplando en cada intento de remontar ideas y las suyas fueron de cuño.
Es fácil ensañarse con quien habló claro y fuerte, pero que ahora no puede replicar, defender la verdad que hoy amortaja y pone a sus queridos pares a debatirse, estigmatizados por “Traición a la Patria”, en otra desmesura del modelo.
Para aquellos que remueven las cenizas con agravios, sepan que aún laten briznas de noble periodismo, esperando arder para quemar ofensas, en la hoguera de la justicia eterna.
Vaya para ud. y los suyos el recuerdo emocionado de quienes por años fuimos sus incondicionales lectores y oyentes.
Como siempre amigo Pepe y como a ud. le gustaba, desde San Nicolás lo abrazan los Matamoros. Marta, Hugo, Mariloly, Mariano y el Kiwi Pablo.
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