Grandes sueños pasaban por su mente... Su invento revolucionaría a la ciencia y sería el pase directo para que cientos de miles de pacientes abandonaran el sufrimiento, el dolor, las horas interminables de incertidumbre, las consecuencias de las radiaciones y de las quimioterapias.
Sus píldoras de bicarbonato de sodio destruían únicamente las células cancerígenas, sin dañar a las sanas, amén de que en dos semanas el cáncer era erradicado por completo si el paciente tomaba al día ocho cápsulas de bicarbonato, que por otro lado, no reportaba contra indicaciones.
Se presentó en la oficina de patentes y al querer registrarlo, le pusieron una infinidad de trabas, como pruebas documentales que avalaran el proceso. Ricardo llevaba todos los requerimientos.
Transcurrieron tres meses y se presentó de nuevo en la oficina de patentes. Le informaron que su invento había sido rechazado por reconocidos jueces internacionales, y lo invitaban a continuar haciendo pruebas.
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