Observo a un pordiosero, un vagabundo, un hombre harapiento que anda por la calle. Como otros como él, lleva varias mudas de ropa sucia encima y unas bolsas o un carrito cargado con cosas inútiles, destruidas, que cuida celosamente con la misma tenacidad con la que un rico custodia sus tesoros. Lo observo y pienso que algo tenemos en común él y nosotros: solemos también cargarnos con cosas vacías, sin valor genuino para nuestras vidas, para nuestro desarrollo; insistimos en aferramos a algunas cosas materiales que no nos suman valor sino falta de sentido común. Y este es otro propósito a tener en cuenta para nuestras vidas: desechar lo que no sirve, aferrarnos a lo que nos enriquece.
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