Me pregunto....
"Puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben eregirse los baluartes de la paz"
(Del Preámbulo a la Constitución de la UNESCO)
Son las 5:50 a.m., el televisor se enciende y me despierta la voz del conductor del programa de televisión que a esa hora me pone al día, con las noticias más resaltantes que ocurren en mi país, Venezuela, y, en el resto del mundo. Apenas abro los ojos y en medio del desperezarme propio de la mañana, trato de ordenar mis pensamientos. Trato que mi mente se aclare y capte lo que el locutor va leyendo en los periódicos. Vuelvo a cerrar los ojos y de pronto recuerdo que no le he dado gracias a Dios por el día de hoy. La voz del locutor me vuelve a la realidad, noticias que hablan de paros, protestas, huelgas, discusiones, guerrilla, secuestros, guerra, antrax, terrorismo,
hambre, desolación. Pareciera que los periódicos se han convertido en portadores solo de noticias funestas. De pronto salta CNN con una transmisión en directo y las imágenes de un enfrentamiento en vivo de una guerra, que unos se atreven a llamar santa y otros pregonando odios y venganza a flor de piel en pos de una justicia que también llaman divina, llenan las pantallas del televisor.
¡Dios! ¡qúe de barbaridades son capaces de hacer los hombres en tu nombre!
Y allí sigo mirando atónita, la miseria humana..
Salto de la cama y ya el corazón lo llevo palpitando con las imágenes de niños mutilados, de niños con ojos aterrorizados e incrédulos, de mujeres olvidadas, humilladas, cargando el peso y el dolor de una miseria que les deja vacío el estómago y el alma.
Y entonces siento que soy parte de esta humanidad, que nada de ella me debe ser ajeno, que sufro en la distancia corta o larga de todo cuanto ocurre.
El recuerdo del 11 de septiembre y las noticias de hoy, sacuden mi ser y siento que desde entonces estoy abrumada y triste, que desde entonces me cuesta escribir algo alegre...aúnque lo pienso mejor y me doy cuenta que no es desde el 11 de septiembre que tengo esa sensación que recorre mi cuerpo, es desde antes, es desde que dejo el refugio de mi hogar y salgo a la calle y miro a mi alrededor...
Es desde que que estoy en una cafetería y llega un niño con la cara sucia y por remiendos vestidura y extiende su mano y pide un pedazo de pan, es desde que el mendigo me aborda y mira con ojos ansiosos y luego ausentes, la limosna que cae en sus manos.
Es desde que los ancianos tienen que apostarse ante las puertas de un Ministerio para pedir justicia en sus pensiones. Es desde que las mujeres son abusadas y los hombres humillados en su dignidad.
Es desde siempre, sólo que ahora encontramos nombres, razones, rostros y los sentimientos más bajos asusados por quién sabe cuántos intereses y en aras de un poder sin límites. Entonces siento que de alguna manera hemos vivido un poco el luto de la generación que nos ha tocado vivir. Hemos estado viviendo con una venda de tul sobre los ojos para no mirar con claridad lo que ocurre en nuestro entorno y en el de más allá.
Hemos estado inmersos en un mundo que construimos fácil para soportar nuestras vidas. Y en esta tierra cada día más aldeana nos encontramos viviendo en siglos diferentes en diferentes continentes.
Me pregunto si nuestras mentes también están ubicadas en siglos diferentes, a pesar de la informática, de los viajes a la luna, de los satélites que pueblan el espacio y la caducidad de la clave Morse que transmite en años luz lo que un "click" en un ordenador realiza en un segundo.
Me pregunto si somos capaces de discernir sobre nuestro papel en la tierra y mejor aún en nuestra comunidad. Me pregunto si estamos haciendo un buen uso del privilegio de comunicarnos por este medio maravilloso que nos acerca a todos. Me pregunto si realmente estamos extendiendo nuestras manos para formar la cadena solidaria en la ayuda material y espiritual de los más necesitados.
Me pregunto qué estamos haciendo para ser ser cada día mejores y finalmente si estamos siendo lo suficientemente objetivos como para no dejarse llevar por las situaciones estresantes, preservando nuestra salud mental, pero sin dejar de ser insensibles con la humanidad que está en conflicto.
Creo que un punto de partida podría ser la oración, debemos unirnos en una oración por la paz, en una oración por los que sufren, por los enfermos, por los que está en agonía y por los que tienen que llevar sobre sus hombros las pesadas cargas del dolor ajeno. Debemos ser las voces de los que callan y rogar a Dios porque nos de discernimiento, serenidad y sabiduría.
Podríamos crear en estas páginas, una cadena donde nos comunicáramos entre todos, noticias positivas, que nos ayuden a seguir creyendo que vale la pena seguir aquí.
Migdalia B. Mansilla R.
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