Este último poema me abrió los ojos...
Para empezar, yo no sabía que el desgraciado ese era casado... ¡Qué cinismo! De haber sabido, voy y me meto con su vieja... ¡Pero enfrente de él! Le hubiera demostrado que yo sí sé dar la cara.
Lamentablemente, este último poema lo conocí hasta después de su muerte...
A pesar de que yo se lo pedí, nunca tuvo el valor de entregármelo personalmente...
De hecho, nunca me lo entregó, lo encontré de pura casualidad...
Estaba muy bien doblado...
Escondido, en el fondo de un cajón...
De un cajón... Del buró de mi esposa.
Debería hablar pestes de Gazapo... Pero no puedo.
¿Quién soy yo para juzgarlo? Ya les dije que él fue mi mejor amigo y que fui yo quien puso en papel todos sus poemas...
( Bueno, todos menos uno... ¡Este último! )
Podría odiarlo, pero... Pero no. ¿Han oído hablar de que una víctima de secuestro, logra cierta empatía con sus secuestradores? Bueno, pues algo así siento yo hacia Gazapo. Siento por él una gran admiración y un profundo respeto. Es más, creo que le estaré eternamente agradecido porque, finalmente, él me enseñó a valorar a mi esposa.
De él aprendí que una esposa, no es, simplemente, una máquina de hacer hijos.
Me enseñó que una esposa es mucho más que una camisa planchada.
Me hizo ver que no hay que buscar fuera de casa, para satisfacer cualquier fantasía.
En pocas palabras, me enseñó que mi esposa, también sabe ser una gran amante...
¿Se dan cuenta del real significado de estas palabras..?
GAZAPO ME ENSEÑÓ QUE MI ESPOSA TAMBIÉN PUEDE SER UNA GRAN AMANTE...
¡POR ESO LO MATÉ!
Penal de la Palma
Almoloya de Juárez,
2003
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