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EL ESCRITOR EN EL NUEVO MILENIO -2-

Lo más triste fue cuando la campana de la iglesia
llenó la noche de voces felices. Y algunos fuegos
artificiales se elevaron a los cielos para que
DIOS pudiera ver la alegría de los otros.

Mi planta de naranja-lima – José Mauro de Vasconcelos

Mis padres son personas de una humilde condición económica. Siempre lo fueron. Mi padre fue carpintero y mi madre modista. No son pobres; sin embargo el dinero que reciben en su vejez sólo les alcanza para vivir sin lujos.
Yo heredé su condición.
La necesidad de sustento me obliga a estar muchas horas fuera de casa, en el trabajo, y dispongo de poco tiempo para dar cuanto deseo como esposo, como padre y como escritor.
Usted se lo estará imaginando: ¿Hablarás sobre cómo la situación económica incide en la vida de las personas y lo vincularás a la actividad artística?.
Es más o menos así.

Me propongo presentar una serie de enunciados a los fines de un debate sobre los mismos vía Internet.
¿Qué resultará de esto?. Todo se puede dar.
Lo importante es escucharnos y respetarnos.
Dos, tres, cien o miles que piensan distinto, no deberían combatir por prevaler; deberían saber relacionarse, trabajar sobre los puntos en común y generar un mundo donde convivir sea posible.
Quien lo desee me podrá enviar su opinión, reflexión, etc., a mi dirección de e-mail: madeiro@tutopia.com.
Deseo manifestar especialmente que: nada de lo que diré debe interpretarse como un alegato a favor de los pobres y en contra de los ricos; tampoco a favor de los ricos y en contra de los pobres. De ninguna manera.
Ruego a DIOS y a los lectores que libren a este material de la politiquería.

Procuraré mostrar que del mismo modo que una carencia física nos condiciona, así también el tiempo, el lugar y la situación económica de las personas influye en su carácter, en sus posibilidades de desarrollo y en su grado de influencia sobre el entorno.
Esencialmente, hablaré sobre este particular con relación a los artistas, filósofos y científicos.
En el artículo “El escritor en el nuevo milenio -1-”, presenté el siguiente cuestionamiento: Imaginemos a Gustavo Adolfo Bécquer y Rubén Darío, vivos hoy, publicando sus obras en portales literarios como muchos de nosotros. Olvidemos que se trata de ellos. Súmale tus poemas y los de aquel o este desconocido. ¿Qué dirían los lectores?. ¿Pudiera verse afectado su posible celebridad sobre la base de la aceptación o no de los ciber-lectores?.
Esta cuestión no encierra un desconocimiento sobre la calidad de sus trabajos literarios. Refleja simplemente el hecho que, en la realidad actual, bajo igualdad de condiciones, dos personas universalmente reconocidas como celebridades literarias, actuando de forma anónima, podrían no trascender. En realidad, en lo personal, estoy seguro que sería así.
Nunca lo hubiera imaginado pero descubrir Internet, cosa que yo evitaba, por ignorancia, por prejuicio, me hizo saber que existen miles o al menos cientos de excelentes escritores en este planeta; también miles o cientos de maravillosos pensadores que expresan sus ideas con sencillez y precisión.
Pero descubrí algo más. A todos ellos los puedes ver solamente sobre un “papel virtual”. No están en las góndolas de las librerías. Sus libros no están posados sobre atriles u ocupando el lugar más importante en los escaparates.
Aquellos que ocupan esos lugares de privilegio, bien merecido lo tienen porque, sin duda, al menos la gran mayoría, son talentosos.
Entonces debemos preguntarnos: ¿Por qué otros que también son talentosos no están allí?. ¿Quién mide el talento?. ¿La celebridad de un artista puede estar cimentada en alguna forma especial de publicidad?. ¿El logro de su trascendencia puede pasar por sus relaciones públicas?. ¿Por qué artistas no aceptados cuando estaban vivos, pasaron a ser geniales tras su muerte?.
En la historia del pensamiento científico y cultural, en la evolución del pensamiento humano, nos encontramos con muchas grandes figuras, insignes filósofos, matemáticos, médicos, científicos, pintores, músicos, escritores, etc.
Esto lo sabemos. Los que pueden ir a una escuela (no todos pueden) oyeron hablar de Aristóteles, de Descartes, de Alighieri, de Chopin, de Shakespeare, de Goethe, de Borges, de Picasso.
Lo que no todos tenemos presente es que las personas de la lista precedente, en líneas generales, unos más otros menos, pertenecieron a familias no pobres.
Aristóteles fue educado en la corte del rey de Macedonia, donde su padre era médico real.
Descartes pertenecía a una familia de la baja nobleza francesa, lo cual le permitió estudiar en una escuela jesuita donde recibió una educación clásica.
Alighieri también nació en el seno de una familia de la pequeña nobleza. Y aunque se sabe poco sobre sus estudios, su Divina Comedia hace patente una gran erudición.
Chopin pudo comenzar a estudiar piano a los cuatro años.
Shakespeare era hijo de un importante comerciante de Stratford y nieto de un terrateniente católico.
Goethe formaba parte de una familia de la alta burguesía de Frankfurt.
Borges de la sociedad acomodada de Buenos Aires.
Picasso pertenecía a una familia de buen pasar y su padre era profesor de arte.
Independientemente de la situación económica de los mencionados, hecho que no podemos menospreciar, hay algo menos perceptible que también resultó común a todos ellos: se vincularon a un entorno económicamente favorable. Lo digo en el sentido de relacionarse, ser acogidos, por clases altas.
Si los ejemplos citados pueden resultar demasiado cercanos en el tiempo, bástenos recordar otros.
El período que conocemos como el Renacimiento se caracterizó por otra forma de fortuna a favor de la intelectualidad; la presencia de los llamados “mecenas” quienes fomentaron el desarrollo de las artes y de la educación.
A posteriori surge la Ilustración que se caracteriza por el trabajo de numerosos intelectuales, la mayoría de ellos nacidos en familias adineradas o apoyados por estas.
Los artistas y pensadores que eran acogidos por este tipo de benefactores tenían asegurado trabajar en lo que deseaban y, no son pocos los casos en que, sin esto, jamás habrían alcanzado renombre.
Todo lo que acabo de narrar no es la única verdad. También hay excepciones. Y son ellas las que nos permiten confirmar que esto, en líneas generales, suele darse de este modo.
Hasta el mismo día de hoy los jóvenes que desean armar una banda de rock o pop, por ejemplo, no pueden hacerlo sin disponer del dinero para comprar sus instrumentos y equipos. Después necesitan ir a un estudio donde grabar sus temas a fin de poder presentarlos ante otros. Luego, sin el auxilio de la mercadotecnia, de publicidad, etc. estarán lejos de ser famosos algún día.
La misma suerte es válida para un escritor, un filósofo, un pintor o hasta un excelente cirujano que carezca de recursos para participar de especializaciones en el mundo.
Estoy diciendo que tengo la certeza de que muchos pensadores brillantes, innumerables artistas talentosos, incontables mentes de agudo ingenio para el arte o las ciencias, quedaron y quedarán fuera, pasaron y pasarán por la vida sin alcanzar el reconocimiento; sin siquiera tener la posibilidad de ser rechazados luego de haber podido exponer su obra.
Hace un tiempo atrás, con relación a lo que podríamos definir como lo que le sucede al hombre en función de su circunstancia, escribí: “¿Te criaste en el seno de una familia económicamente humilde o acomodada?; ¿Tuviste o no educación escolar?; ¿Te desarrollaste en el campo o en la ciudad?; ¿Fuiste bien alimentado y cuidado en tu salud durante la infancia o padeciste necesidades?; Tus padres ¿tenían suficiente instrucción o sentido común para guiarte adecuadamente?; ¿Tu entorno fue agresivo o cálido?; ¿Pudiste elegir tus amigos o relaciones, o surgieron de lo que había en un medio marginal y aislado?; ¿Tu capacidad e inteligencia se pudo desarrollar libremente o no?. Hay muchas otras preguntas similares a estas. Quien sin una pizca de vanidad pueda contestarlas con la verdad y analizar su situación frente a la vida con relación a alguna otra opuesta a la suya, comprenderá que el destino de muchas personas está altamente condicionado por las circunstancias (los que hayan perdido alguna capacidad motora en su cuerpo entienden de que hablo). No es lo mismo dos piernas que una, buena vista o ceguera. Esto nos resulta muy claro. Menos obvio nos parece la forma de vida, el comportamiento, la inteligencia y la voluntad de aquellos que no alcanzaron un estándar de vida mínimo necesario, y como tales viven en la pobreza, la marginalidad, el alcoholismo, etc.. Estoy convencido que nada justifica la actividad delictiva de algunas personas; cada uno debe ser responsable de sus propios actos. También estoy convencido que mucho de lo que somos es el fruto de la suerte de “en que casa y en que pueblo nos tocó nacer”. A través de esfuerzo podemos alcanzar las metas más altas; más allá del mérito propio que esto implica, no debemos olvidarnos que: hasta el hombre que escribe esta reflexión puede hacerlo porque nació en una buena familia, recibió educación, conoció a buenas personas, leyó buenos libros y naturalmente su corazón se inclinó a esas cosas y a la observación. Hay algo de mérito en uno, pero no demasiado. Acaso ¿estaría escribiendo esto si hubiera nacido en una familia pobre en el Zaire?”.
Desde ya, no me creo el depositario de la verdad. Esto es obvio.
Pero cada día pienso con mayor firmeza que los logros humanos son fruto sin ninguna duda del esfuerzo personal pero también de esa extraña forma parecida al azar que: o nos cobija entre sedas o nos da por cama un umbral en la vereda.
Las niñas y los niños pobres y mal alimentados nunca serán Einstein, ni Ágata Chistie, ni Platón, ni Gabriela Mistral.
Yo no creo en el destino, pero si estoy seguro que los eventos que nos acompañan logran empujarnos a un lugar fácilmente previsible.
Como ya dije, la falta de una pierna, de la vista, o un atraso mental, echa por tierra muchos proyectos. Del mismo modo la mayoría de los habitantes de Calcuta tiene muchas menos probabilidades de supervivencia personal o de éxito comercial que los de Buenos Aires, para no ir a un ejemplo más extremo.
La influencia e importancia que la situación económica tiene sobre las personas es muy grande.
Podemos verlo, incluso, en el mismísimo campo de la religión. Pocas veces advertimos que el nacimiento de alguna profesión de fe está íntimamente asociada a la formación de sus fundadores. Moisés fue criado y educado dentro de la corte del faraón de Egipto; Jesús pertenece a una familia con un padre carpintero, tener un oficio era muy importante en la época y nos consta por los Evangelios que sabía leer y escribir, otra circunstancia no común a todos los de su tiempo; Buda era el príncipe Sidarta Gautama, hijo de un rey.
Por si no queda claro, esto no implica en absoluto ningún juicio de valor sobre sus obras. En todo caso podríamos evaluar (permitiéndonos dejar de lado una explicación apoyada en la intervención divina) que habría pasado si Moisés, Jesús y Buda hubieran nacido sordomudos o jamás recibido algún tipo de formación educativa y, además, con padres en extrema pobreza.
Ahora bien, tomando como válida la hipótesis de que el medio social y económico donde nace un individuo influye sobre sus conductas y desarrollo y lo perfila como más apto para una situación que para otra: ¿Significa esto que nuestro desarrollo científico, filosófico y artístico ha sido y sigue siendo de alguna forma signado por la voluntad de las clases sociales más o menos adineradas?.
En palabras más llanas: la persona que nace en una familia con recursos suficientes para disfrutar de una excelente formación académica y librarse de otra ocupación que no sea su progreso personal, ¿Está en mejores condiciones que otra que carece de todo ello, y tiene mayores posibilidades de influir en el entorno ya sea como artista o científico, por ejemplo?.
Yo creo que sí.
Pero en ello advierto que, lo que a primera vista podría resumirse como el poder en manos de unos pocos, ha resultado –quizá impensadamente- en el poder al alcance de muchos.
Nadie puede negar que del trabajo científico y cultural efectuado por la enorme cantidad de celebridades de este mundo, todos nos vemos beneficiados.
Resulta incluso maravilloso observar que, independientemente de su origen social alto, logran generar un fruto intelectual que contiene y representa a todos los hombres.
Podemos advertir en esto que cuando el ser humano recibe una educación de excelencia, el contar con la posibilidad de profundizar sobre el pensamiento de todos los hombres que lo precedieron, lo transforma en un ser inclinado a la universalidad, quizá por un despertar de la conciencia de interrelación entre todos los hombres y sus ideas.
Me parece que nadie puede querer guardarse para sí el hermoso sabor de la cultura. No hay persona que frente a la maravilla del genio humano no desee gritarlo y mostrarlo a los cuatro vientos.
Esto explica porque la gran mayoría de las obras intelectuales son autónomas de su origen social.
Actualmente, la clase alta no es la única que cuenta con acceso a la cultura; también lo hace la clase media. No obstante, la primera disfruta de esta posibilidad con mayores alcances que la otra.
Esta mejor situación de cara al futuro, está vinculada a ese enorme caudal de talentos presentes en Internet a que hacía referencia al principio.
Es indudable que la mayoría de los que exponen sus obras en Internet, en portales que les ceden gratuitamente su espacio, lo están haciendo porque carecen de otra posibilidad.
Conozco algunas personas que se endeudan o gastan el poco dinero que ganan para editar un libro con sus obras. Lamentablemente, no hacen otra cosa más que terminar regalándolo a familiares, amigos y conocidos. Y esto sucede porque hacer pública una obra literaria implica mucho más que la encuadernación de un conjunto de hojas de papel impreso, con cubierta de cartón y cuidado diseño. A ello hay que sumarle el comentario favorable de la crítica literaria, una importante presentación en sociedad, la distribución en librerías, publicidad, etc. Como se podrá comprobar sin mucha dificultad, esto excede las posibilidades de la gran mayoría de los escritores.
Y creo que será conveniente, llegado a este punto, dejar bien sentado que esta situación de modo alguno puede servir para imputar a los intelectuales pasados o presentes provenientes de clases acomodadas como responsables de esta desigualdad. Ya dije que sus obras “contienen y representan a todos los hombres”.
El problema de la desigualdad humana pasa por otro lado. Un lado que, básicamente, es ajeno a los intelectuales porque desprecia el uso del intelecto; al que no le interesa el conocimiento ni la cultura. Un lado que sólo busca servirse de ello para provecho personal y ganancia económica. ¿De quién hablo?. Habló de cualquier persona o grupo de personas que sólo tengan como meta acumular riqueza para sí mismos, que hacen oído sordo a las necesidades más urgentes, que viven para alimentar una ambición desmedida.
Felizmente, hay personas o familias adineradas que muestran una actitud elogiable y digna de ser imitada en todos los campos en que fuera posible. El mundo sería muy otro si esto prosperara, repito, en todas las áreas. Tal es el caso del premio establecido mediante su testamento por el Sr. Alfred Bernhard Nobel o el que otorga un fondo cedido por la familia Neustadt de Ardmore y Dallas.
Pues bien, señoras y señores, así están las cosas por ahora o al menos así las veo. Si usted no lo piensa de este modo, total o parcialmente, no se alarme, porque para verificar la validez de nuestras ideas y enriquecerlas, nos viene muy bien acrisolarlas por intermedio de la escucha y el entendimiento de otras.
Queda mucho trabajo por delante para construir un mundo mejor para todos. En camino hacia ese maravilloso futuro que estoy seguro que tendremos, nos será muy útil trabajar unidos, procurándonos la mayor claridad conceptual posible, el más amplio respeto, un genuino despojamiento de nuestros prejuicios, una constante ocupación en el proyecto. De otro modo, estaremos enarbolando discursos para el ego, canciones viejas que hasta el día de hoy no han logrado cambiar el mundo.
Mientras tanto, seguiremos leyendo por la Red a miles de excelentes escritores y pensadores. Será bueno aprovecharlos porque quizá nunca logren estar en las librerías.
Y teniendo presente su ausencia en los escaparates, los periódicos y pantallas de la tele, acabo por encontrarme con una desagradable preocupación. Sin libro editado ¿Cómo se enterará la Academia de Estocolmo de nuestro trabajo?.

Daniel Adrián Madeiro

Copyright © Daniel Adrián Madeiro.
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Daniel Adrián Madeiro

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Publicado el: 14-05-2004
Última modificación: 14-05-2004


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