Una vez, a un reloj, colgado de una pared, se le ocurrió pensar en los segundos que tenía que recorrer para hacer un minuto; en las semanas para un mes y en los meses para un año.
-¡Pobre de mí! -exclamó-, un total de más de treinta millones de segundos para hacer un año-.
Aquello le parecía una montaña demasiado elevada para escalarla.
Pero entonces escuchó la voz del péndulo que le dijo con acento firme y decidido: -Tic, tac, tic, tac. Tu estás muy equivocado. Jamás llegaremos a ninguna parte, a menos que demos un paso ahora y otro después.
- El reloj entró en razón y continuó, despreocupado, marcando los segundos, los minutos y las horas y así acumulando días, semanas, meses y al fin, el año.
Al terminar, en el silencio de la noche volvió a escuchar la voz del péndulo que le dijo: -Paso a paso, con paciencia y perseverancia se puede ascender la más elevada montaña-.
No tenemos, pues, por qué tenerle miedo al mañana.
Mientras perseveremos en la vida , mientras mantengamos firmes en nuestros objetivos y continuemos así: paso a paso, con la seguridad de que se va arreglando todo para nuestro bien, siguiendo adelante, haciéndole frente al porvenir valerosamente.
Basta al día su afán.
¿Por qué afanarse hoy por el mañana?
¿o llenar el corazón hoy de pesar?
Solo cabe conocer tus pruebas, tus cargas... y llevarlas.
Las aves siempre hallan cuidado y susutento, acaso yo voy a ser menos, si ellas pueden, yo puedo.
(tarde en el LaZu)
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