Yo voy soñando caminos”, como decía don Antonio Machado, en plena lluvia. Pero en ese soñar, hay que sortear fuegos diferentes y respiros. ¡Qué más quisiera yo que aprender las lecciones del subconciente! ¡Soñar y escribir! Sin desesperar que la palabra transparente lo vivido. A veces tropezamos con nuestras propias heridas y la trepidación del parpadeo humano: lo inefable. Pero no basta ese callar silencioso del desgarre humano, estoico y helenístico. Soñar caminos es multiplicarse en la crisálida del universo: intentar alcanzar los frutos del rocío que se rompen en trino sobre el follaje. ¡Soñar caminos! Salir de la propia humanidad. Y, al cabo, que el ojo sirva para desafiar lo que ve: ventana en el camino para entrar, salir o ascender. Yo voy soñando ser, ese cielo azul que nadie ve. Y, aunque allí esté, se necesita hacer la luz y escuchar al pétalo que navega como barcaza.
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