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ELEGÍA OCTAVA

ELEGA OCTAVA

hubo dos tiempos en mi tiempo.
Jos Gorostiza: Eco.


Haber vivido siempre fuera de m mismo
Y de ti misma. Haberte ido: huir vertiginosamente.
Traspasar fronteras: Hermosillo, Ciudad Jurez.
Despus la zozobra. La falsedad de la conciencia.
Los yermos del alma. Los abrojos haciendo mella.
Acompaados del ixcanal. Acompaados de la zarza.
Quitar piedras. Saltar bardas. Anhelar el pan
Bajo sombras de tempestad desrtica. Rojizas
Por el calor vivido, trasnochado.
Pero vale vivir el sinfn de la monotona,
La monotona del agua sin calor, seca, desolada,
Para erigir estatuas grises de un lejano sueo.
Sueo mudo, perdido en las astillas del lenguaje,
Quejoso en la soledad de las dunas,
Quejoso en la memoria de la sinuosidad ardua,
Quejoso en la evocacin de la compaa. Frgil de calma.
Ahora no s qu haces de espaldas mordiendo manzanas,
Y bebiendo rachas de viento extraamente plidas
En hilos de nostalgia. Confusos. Sin realidad.
Aunque la realidad sea contemplar la tristeza.
Tocar la condicin sea. Arrodillarse con nitidez devota.
Pasar. Cruzar. Ocupar la totalidad de las vitrinas.
Mascullar pisando las alfombras. Alargar el esqueleto
Hacia ninguna parte. Hacia nada. Hacia nadie.
De pronto la duda sobre los acantilados de la tarde.
De pronto el miserable ajetreo como violn gastado.
De pronto una porcin de nosotros ausente, muerta,
Queriendo hacer perceptible el inicio:
Recordar la risible indiferencia hacia el sexo. Hacia el otro:
Odre del regocijo. Tonel raudo.
Perito sonoro de la cuajatinta. Punto de espejos.
Ahora todo se va. Nada queda. Nada.
Pero aquello enloqueca. Huracn sin cerrojos.
Llegaba a un punto de enajenacin envolvente,
Desencadenaba ros. Inverta la transparencia
De las ventanas. Rompa el horizonte y la astucia
Del tiempo. Desmontaba potros. Maduraba madrecacaos.
Nunca hubo fronteras. Ahora las tiene la conciencia.
La cncava matemtica de las probabilidades,
El prurito de los sacramentos. El ojo de la culpa
Apropindose del ocano de la Esperanza.
All estn ahora. Impertinentes e indiferentes,
Perdidos ambos, en pases tan dismiles.
Nuestros pies arrastran lo que no es posible;
Y lo que es posible no compensa
La finalidad primera. Slo la ltima:
El asa exterior que no encontramos: siempre la duda
De no darle un cheque por adelantado al desahogo,
Ni proceder al principio de la fragancia.
Lo dems es mera resistencia. El dolor que aisla.
El dolor que acaso radicaliza y descarna.
El dolor que acaso lacera como ltigo
El propio dolor de la totalidad humana.
Barataria, 16 de febrero de 2004.


André Cruchaga

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Publicado el: 17-02-2004
Última modificación: 00-00-0000


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