Es cierto.
No era bello a la vista
aquel humo en el cielo;
las largas chimeneas
contaminando el aire;
el hollín sobre el blanco
umbral de las ventanas;
las calles inundadas
de camiones de carga.
Es cierto.
No era hermoso
ver los ferrocarriles,
los subtes y los micros,
atestados de gente
de mañana y de tarde;
viajar como sardinas,
parados, sudorosos.
Es cierto.
Solían verse
las ratas en el puerto,
recorriendo galpones,
y olían mal las aguas,
y los barcos que anclaban
ensuciaban el río.
Es cierto todo aquello,
pero también es cierto
que ya no queda nada,
ni fábricas, ni puertos,
ni camiones de carga,
ni medios de transporte
atestados de obreros.
Y si ves una rata,
te juro compañero,
que sin duda hasta ella
añora todo aquello.
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