No se rinde ante la guerra
mi dócil y ultrajado ego,
conforme con su sosiego
a un clavo ardiendo se aferra.
Y afirmo sobre esta tierra
donde me ate algún apego,
no se rinde ante la guerra
mi dócil y ultrajado ego.
Pero si aún algo me aterra
y sólo me queda un ruego,
que grite mientras reniego
en el camino a la sierra
¡no se rinde ante la guerra!
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