Nunca fue mi alma digna de perdones,
ni encontró complacencia en el lamento
por muy duro que fuera el sufrimiento
y sinceras sus parcas confesiones.
Tanto ahora me duelo con razones,
que sin arte ni maña en el convento
buscar quisiera ya un sutil invento,
que me ayude a olvidar las religiones.
Porque siempre a matar me dispararon
todo lo malo y ruin que me portaba
creyéndome acabé peor que el diablo.
Porque ya con la cruz me señalaron
en nombre de una fe que no me entraba,
ni sabría explicar, que así les hablo.
|