Parece que el ladrón se queda en casa,
pues aunque cause baja en el partido
al final se comparten el batido
que por delante de sus manos pasa.
Quien con sus buenas formas todo arrasa
bien sabe que el sistema está podrido,
y presa del engaño y del olvido
el pueblo cae estúpido y en masa.
Así comen el coco con promesas
para que todo siga igual de mal
una vez se reparten los sillones,
que si no cambian de lugar las mesas
podría resultar fenomenal
para que ocultos sigan los marrones.
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