Los hombres no nacemos tan iguales,
como parece sea nuestro sino,
porque bien lejos queda otro destino
que erradique del mundo tantos males.
Y quizás porque somos los mortales
los hombres que labramos el camino,
queremos darle un interés divino
que nos haga sentir muy especiales.
Pues nadie que sepamos certifica
el escapar del juicio de los justos,
si una vez hechos todos sus deberes,
su alma sola se vuelve y rectifica,
y con los sentimientos más robustos
pueda modificar sus pareceres.
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