Sabe Dios como vivo atrincherado,
sin duda con total indiferencia,
anclado en esa estúpida impotencia
que a menudo me tiene obsesionado.
Si desde la niñez vivo marcado
por esa sin razón de la carencia
¿a quién pueda extrañar mi independencia
una vez que la herida haya sanado?
Si acaso la razón recapacite
seguro no sería indiferente
y con todo mi afecto lo demuestro,
pues tal vez sin pasión me felicite
al obviar mi conducta irreverente
olvidando a rezar el Padre Nuestro.
|