Soneto.-
No me pidas milagros imposibles
que vayan más allá de mi presencia,
pues agotando toda mi paciencia
tus besos me resultan irascibles.
Quizás por peligrosos, por temibles,
al recibirlos faltos de clemencia
con demasiado olor a competencia,
tanto que me parecen insensibles.
Si tú supieras cuánta fuerza gasto
gritando a las montañas un “te quiero”
fácil que mi lamento escucharías,
pues soy del fuego de tu rabia, pasto,
y frágil luzco ya de cuerpo entero
para encima sufrir tus herejías.
|