Soneto Cautivo.-
Si los esclavos deben
una obediencia loca a sus señores,
ojalá fueran fuertes los dolores
de quienes por deporte a castigar se atreven.
Pues ya sus comentarios con frecuencia se beben
matizados con todos sus honores,
donde no desmerecen los olores
de la miel que remueven.
Porque apuesto a que somos tan iguales
desde el momento claro de llegar a este mundo
que otra conducta me parece rara,
o quizás mejor digo, que digna de animales
su odio demuestra con furor rotundo
como si de escapar del horror se tratara.
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