Una rosa y un clavel
en un jardín se encontraron
y al conocerse, se amaron
con limpio y noble querer.
Luciendo sus bellas galas
al altar de Dios se fueron,
y allí juramento hicieron
de fidelidad sagrada.
Dios al verlos sonrió,
y los bendijo amoroso
como padre cariñoso,
y un beso santo les dió.
El sol decoraba el marco
de este cuadro a lo divino,
cual surtidor de oro fino,
de un Sacramento tan santo.
Ellos de emoción transidos
en su corazón guardaron
el amor juramentado
¡vivir para siempre unidos!
Y la más cumplida dicha,
os aguarda si lo hacéis,
allá en el eterno Edén
en donde Dios siempre habita.
Una rosa y un clavel,
se han unido para siempre,
con bello lazo tan fuerte
que ya imposible romper.
Enhorabuena y plegarias
para que felices sean
a Dios las gracias le da,
para que esta boda sea
por toda la eternidad.
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