Las horas desgranan sus minutos,
observando la luz del mediodía,
apilando anhelos en tu alma,
en la roja mansedumbre de tus besos.
Los recuerdos se marchan al olvido,
para forjar aquella historia de ternura,
para amarrar la luz a mi cariño,
y que el ruido de la brisa permanezca,
como sólido pilar de mis sentidos.
Recuerda aquella cita clandestina,
que marcó con dulzura nuestros sueños,
aquellos sueños de textura celeste,
que anidaron en lo más profundo de mi alma.
Fuiste tú que enamoraste
mi vida en el otoño,
que alegre en la mañana me llamaste,
y me diste aquel beso, eterno beso,
que destiló amores encendidos,
y nunca se borro de su lugar de origen.
Y me esperas,
en el cálido lugar de los encuentros,
y me regalas tus gestos,
tu sonrisa de siempre,
blanca,
matizada de nubes celestiales,
y me esperas, siempre me esperas,
porque sabes que te quiero,
que te amo,
¡Que siempre estoy contigo!
(A Maru, mi esposa y amiga fiel)
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